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Memorial de Agustín Cueva

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Por IELA em 02 de maio de 2022

Memorial de Agustín Cueva

Em primeiro de maio de 1992 encantava o grande teórico equatoriano Agustín Cueva Dávila. Neste texto a homenagem de seu amigo e parceiro de escritos, René Baéz, quando se cumprem 30 anos de ausência.
-I-
Agustín Cueva Dávila (1937-1992) constituye, a mi juicio, el primer pensador socio-político ecuatoriano del siglo pasado; una figura similar a la que representara Juan Montalvo en el XIX.
Los aportes de Cueva a la cultura nacional y continental cubren el amplio espectro disciplinario de la historia, la sociología, la economía, la política y la crítica literaria. Campos del saber asumidos  y cultivados como elementos íntimamente relacionados con el ser y  el devenir de Nuestra América.
Cabe relievar, no obstante, que el eje de su quehacer investigativo y escritural fue la interpretación del proceso histórico continental y nacional, tarea siempre vislumbrada como medio para la identificación de sus causalidades sustantivas y como imprescindible recurso para desbrozar el porvenir.
Su primera incitación fue el Ecuador, patria amada y amarga de la cual se mantuvo largamente ausente. A la exégesis de la evolución/involución nacional dedicó sus dos primeros libros: Entre la ira y la esperanza y El proceso de dominación política en el Ecuador.
El primero de ellos, originalmente editado por la Casa de la Cultura, en 1967, contiene una penetrante e iconoclasta interpretación de las manifestaciones literarias y artísticas producidas por autores de estas latitudes entre el inicio de la época colonial y la primera mitad del siglo XX.
Se trata de un ensayo incisivo y colérico que pone al descubierto la condición colonizada y servil de la mayoría de nuestros intelectuales y artistas, tan proclives a la imitación y a la alineación acrítica con el poder de turno. Percepción general que no le impedirá destacar los méritos de los imagineros quiteños,  Eugenio Espejo, Juan  Montalvo, los “decapitados”, Jorge Icaza,  Jorge Carrera Andrade, el Grupo de Guayaquil, Pablo Palacio o los poetas tzántzicos. Entre la ira y la esperanza, a la par que desnuda y hasta ridiculiza a la trasplantada y oropelesca cultura de nuestras clases dominantes, recupera las formas y contenidos genuinos y, por lo mismo, universalizantes de algunas de las creaciones nacionales. De este modo, traza las rutas por donde debieran transitar los escritores y artistas ver­daderos del presente y el futuro.
El proceso de dominación… -ensayo que recibiera una distinción de la Casa de las Américas, compartida con Eduardo Galeano y su celebrado Las venas abiertas de América Latina-  comprende una diáfana y refrescante lectura del devenir social y político nacional en el período que se abre con la Revolución de 1895.
Visto en retrospectiva, este nuevo aporte de Cueva habría constituido el acontecimiento fundacional de la moderna historiografía ecuatoriana, especialmente porque introduce por primera vez en nuestro medio la metodología dialéctica y estructural, la misma que permite una aprehensión de la historia como un proceso multideterminado y no como un mero desfile de caudillos civiles y militares frecuentemente folklóricos, autoritarios e incluso cleptómanos. 
Mérito destacable de El proceso… constituye su condición de estudio pionero en la interpretación del populismo velasquista… de recomendable lectura o relectura para el análisis de fenómenos políticos más recientes a escala regional como el lulismo, el kirchnerismo, el chavismo-madurismo, el correísmo…
Al resonante éxito de El proceso… -me cupo el honor de ser su primer editor y en esa condición verificar la calurosa acogida del público- debe atribuirse en gran medida el fértil momento que vivieran las ciencias sociales ecuatorianas en los años 70 del siglo pasado. Hacia 1988, según recordaba el propio Agustín en el prefacio a una edición nuevamente actualizada, el libro había acumulado al menos dieciocho apariciones, incluida una publicación “pirata” en inglés. Y su vitalidad persiste. El año pasado (2016), y con un erudito prólogo de Nildo Ouriques, la obra –traducida al portugués- circuló editada por el Instituto de Estudios de América Latina (IELA) de la Universidad Federal de Santa Catarina (Florianópolis, Brasil), incorporada a su colección de Clásicos de la Patria Grande.
Cuando las contingencias de la vida política ecuatoriana, concretamente el “autogolpe” de  José María Velasco Ibarra en 1970 y la automática clausura de la en ese entonces irreverente Universidad Central, en la cual nuestro autor se desempeñaba como director de la Escuela de Sociología y responsable de la revista Hora Universitaria, optó por exiliarse en Chile primero y en México a partir de 1972.
 En este último país, y como una proyección natural de sus inquietudes académicas y políticas liberacionistas, luego de un portentoso esfuerzo investigativo en la UNAM,  concluye y publica El desarrollo del capitalismo en América Latina (Ed. Siglo XXI, 1977), libro en el cual, a partir de un laborioso escrutinio de los procesos específicos de nuestros países, termina por elaborar la lógica general de la formación y reproducción del “subdesarrollo” de nuestra atribulada región.
 El desarrollo  del capitalismo… será prontamente identificado como la interpretación más completa y coherente del devenir de Latinoamérica, convirtiéndose en texto obligatorio en incontables entidades universitarias. 
II
Aparte de sus celebrados libros Entre la ira y la esperanza, El proceso de dominación política en el Ecuador y El desarrollo del capitalismo en América Latina, ya reseñados en I, de la prolífica labor del sociólogo y crítico  literario ibarreño cabe relievar textos como los siguientes:
Tiempos conservadores (Editorial El Conejo, Quito, 1987), libro colectivo preparado bajo su coordinación y en el cual avanza  el análisis, desmitificación y denuncia del remozado discurso de la derecha mundial, tan teñido de antitercermundismo, neodarwinismo social (también conocido como neoliberalismo), racismo, xenofobia, discriminación sexual, relativismo moral. Es decir, en una crítica de la teoría/práctica de los Reagan, Thatcher, Nakasone, Hayek, Friedman y otros “brujos malvados”,  reencarnados en el actualidad en las grotescas figuras de Donald Trump y Jair Bolsonaro.
Pocas veces en la historia del pensamiento latinoamericano se habrá librado una batalla tan descomunal como la que asumió Agustín Cueva en su estudio “El viraje conservador: señas y contraseñas”, incorporado  a Tiempos conservadores, combate desplegado en  defensa de los fundamentos racionales y humanistas de nuestra cultura latinoamericana.
En el mismo decenio trágico de los ochenta –signado por el triunfo orgiástico del Gran Capital, el hundimiento del “socialismo real” en el Este europeo y la derrota de las organizaciones sindicales y nacionalistas en el Sur del planeta- la vocación irreverente y comprometida de Cueva Dávila nos obsequian Las democracias restringidas en América Latina  (Planeta, 1988) y América Latina en la frontera de los 1990 (Planeta, 1989).
 Las democracias restringidas… comprende  una recopilación
de  ponencias y otros materiales académicos donde desglosa las nuevas realidades y los nuevos fetiches que atormentaban/atormentan a la región. En cuanto a las realidades, allí examina  la agudización de los problemas económicos y sociales del continente interpretándolos como correlato de la condición subalterna de nuestro  capitalismo y de los intereses de oligarquías y burguesías sin ningún sentido nacional, los ajustes recesivos impuestos por los altos mandos de la banca internacional en el marco del shock de la deuda de 1982, y, en cuanto a las ideologías y su influencia práctica, en la aludida publicación discierne sobre la implantación en estas latitudes de la teología del mercado y la (re)instauración de regímenes democráticos meramente formales y decorativos luego del repliegue de las dictaduras fascistas en el Cono Sur.
Como democracias nostras las tipificó el malogrado compatriota  a algunos de esos gobiernos,  tan distantes del “mandar obedeciendo” de nuestros pueblos originarios y tan cercanos a las fórmulas de acumulación de Rafael Trujillo en la República Dominicana o Fulgencio Batista en Cuba.
El libro se cierra con una denuncia de El otro sendero, el prefabricado best-seller del peruano Hernando de Soto, que con sus fábulas sobre el “capitalismo popular” y el “reino de los microempresarios” habíase convertido en una suerte de Biblia para los economistas neoconservadores, por cierto aún vigente en países como el Ecuador de Guillermo Lasso.
En América Latina en la frontera de los años 90, nuestro autor se sumerge  nuevamente en los grandes temas y problemas contemporáneos del continente: el hundimiento económico/social de la región, el dogal de la deuda externa, el surgimiento de la economía subterránea con soporte en el narcotráfico,  las privatizaciones, la denominada crisis de los grandes paradigmas (o de la pequeña realidad, ironiza Cueva), la manipulación de los derechos humanos, el viraje derechista de la socialdemocracia, la resistencia de las organizaciones sindicales y populares como en el caracazo de 1989.
Ya en el umbral de su existencia física, acosado por una  implacable enfermedad, nuestro infatigable autor  se convertirá en uno de los principales cruzados de la contra celebración del dominio instaurado en contra de nuestros pueblos en 1492 (“el Reich de los 500 años” que diría Noam Chomsky). Fruto de esa campaña, que le llevó a recorrer nuevamente la geografía latinoamericana, son sus breves ensayos “Falacias y coartadas del V Centenario” y “América Latina frente al ‘fin de la historia’”, en los cuales reitera su impugnación al colonialismo de ayer y al neocolonialismo de ahora. Al tiempo que refuta la tesis liquidacionista de la historia formulada por el ideólogo del capitalismo mundial Francis Fukuyama.
En enero de 1992, en medio de una desigual lucha con la muerte, entrega al editor los originales de Literatura y conciencia histórica en América Latina, texto que se publica en forma póstuma en 1993. Literatura y conciencia histórica… es uno de los legados más estéticos de nuestro polifacético investigador académico.
Contiene una selección de artículos de crítica literaria dedicados a identificar, según sus palabras, “como fue constituyéndose no sólo objetivamente, sino también en lo subjetivo, lo que hoy denominamos ‘situación de subdesarrollo’”. Quienes hayan recorrido sus páginas podrán testificar cómo su obsesión por explicar la condición esencial del continente le llevó a explorar incluso en los intersticios de la ficción y de los sueños.
En Literatura y conciencia histórica… discurre sobre la obra de autores en apariencia tan distantes y disímiles como Alonso de Ercilla, Bartolomé de las Casas, Pablo Palacio o Jorge Enrique Adoum. Destaca en el compendio la reproducción    del prólogo escrito por Agustín a dos de las novelas mayores del Nobel Gabriel García Márquez: Cien años de soledad y El coronel no tiene quien le escriba, a propósito de la edición de las mismas por la Biblioteca Ayacucho (Caracas, 1989).
III
¿Cuál es el germen de la trascendencia de nuestro eximio compatriota ecuatoriano/latinoamericano?
 Exploremos algunas de sus raíces.
Formado académicamente en la Universidad Católica, en la Universidad Central y en otras instituciones de inspiración humanista, Agustín Cueva asumió la teoría marxista no como un snobismo ntelectual (tan frecuente en tiempos de su formación), sino como un instrumento cognitivo para un mejor servicio a la causa del pueblo, consecuente además con una honrosa tradición de jacobinismo de la intelectualidad más representativa de América Latina.
En sus propias palabras:   “…mi proceso de adhesión al marxismo obedeció, en proporciones probablemente equiparables, tanto a una opción ético-política como a la fascinación por la única ciencia social que jamás pierde de vista la totalidad del hombre y de su historia, que aspira siempre a reconstituir”. (1)
El marxismo de Agustín Cueva, asimilado de las fuentes originales del pensamiento socialista europeo, no constituyó en sus manos un cuerpo teórico frío y dogmático, sino más bien un método de aprehensión de la realidad – “el análisis concreto de la realidad concreta”- conforme lo demostró a lo largo de su vasta producción y de su praxis  política, siempre retroalimentadas en el fluido de la vida. Podríamos decir con Pávlov que los hechos fueron las alas de su ciencia, lo cual, por cierto, no le impedirá condenar al empirismo, tan en boga en los tiempos que corren y a escala planetaria, como a la barbarie del pensamiento.
En su ensayo de defensa del marxismo “El análisis dialéctico:  requisito teórico y a la vez político”, incorporado a su libro “Teoría social y procesos políticos en América Latina”, llega a decir: “…el problema no puede plantearse en términos de ´fidelidad´  o ´infidelidad´ a textos (del marxismo) que no tienen el rango de sagrados; sino que de lo que se trata es de averiguar si, dejando de lado el método dialéctico, es o no posible lograr un conocimiento cabal y dinámico de la realidad social”. (2)
Este orden de postulados racionales y éticos constituye, sin duda, la clave de la fuerza, la cristalinidad y la perdurabilidad  de su obra.
Atributos que aparece necesario relievarlos cuando la implosión en curso de la  mundializada civilización del capital impone,  especialmente al mundo académico,  abordar la realidad desde  ópticas teóricas y metodológicas más complejas y totalizantes.
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Notas.
(1)    Cf. el prólogo  a la edición nuevamente actualizada de El proceso de dominación política en el Ecuador, Editorial Planeta, Quito, 1987, p. 9.
(2)   Cf. Ed.  Línea Crítica, México, 1979, p. 61.
 
 
 

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