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Pugna legal en el fútbol de Costa Rica: implicaciones socioculturales

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Por IELA em 28 de março de 2021

Pugna legal en el fútbol de Costa Rica: implicaciones socioculturales

El mundial FIFA 2014 en Brasil quedará para siempre en la memoria de los costarricenses por el gran desempeño de la tricolor en el llamado grupo de la muerte, junto a tres campeones mundiales. Hay recuerdos inolvidables, rememoro la entrega de Celso Borges contra Uruguay; el pase largo de Junior Díaz directo a la cabeza de Bryan Ruiz quien la empujó al fondo del arco italiano; los paradones de Keylor Navas, en especial, la tapada del penal del griego Theofanis Gekas, el golazo de Michael Umaña que nos tiró a todos a la calle un domingo por la noche. Costa Rica estaba en cuartos de final y el equipo había clasificado de primero de su grupo e invicto. Era la epopeya de nuestro fútbol, así definida con ingenio por el periodista Mario McGregor. 
El director técnico de la Selección de Costa Rica en ese momento era el colombiano Jorge Luis Pinto, estratega inteligente, estudioso, disciplinado y analítico, quien se ganó el corazón de los ticos por los buenos resultados obtenidos, octava posición y destacada participación en el evento. Sin embargo, después del Mundial 2014 no continúo como técnico de la Selección por no llegar a acuerdos con la Federación Costarricense de Fútbol. En ese momento, trascendieron rumores de mala relación entre el técnico y algunos jugadores. Las opiniones se dividieron; por una parte, la condena del supuesto autoritarismo del profesor Jorge Luis y, por otro lado, la caricaturización de los jugadores.
En el 2018, en un programa de radio, un ex federativo aseguró que, en el 2014, al término del mundial, tres jugadores de la Selección Nacional de Costa Rica habían pedido la salida de Jorge Luis Pinto, y presuntamente habían manifestado que, de continuar, estaban dispuestos a perder partidos.  Los tres jugadores, Keylor Navas, Celso Borges y Bryan Ruiz desmintieron categóricamente esas declaraciones difundidas por la radio y las calificaron de falaces e inaceptables. De tal manera que, presentaron una demanda el 26 de marzo de 2019 contra dos ex federativos. Los querellantes alegan difamación y daño moral, pues la defensa del honor es un derecho inherente al ser humano. 
El 16 de marzo del presente año se retomó el juicio. El tema ha estado durante semanas en la opinión pública. De este caso llama la atención que, a nivel mediático, en general, ha habido posturas con connotaciones negativas hacia los querellantes y muy poco se ha comentado sobre los querellados. Aunque la demanda por difamación es contra los ex federativos, se ha convertido en una pugna entre Pinto y los jugadores, y en esas direcciones van las “porras”.  
Más allá del fútbol, o del resultado del juicio, es necesario analizar las posiciones y discursos que han surgido en redes sociales y medios, en relación con el contexto en que vivimos. En la gradería popular, el apoyo hacia los ex federativos, se ha vertido en la figura de Pinto y en el escarnio de los tres jugadores demandantes. En un sector, una peculiar fauna masculina, representante de la cultura machista y homófoba ha centrado sus esfuerzos en la degradación de la imagen de los futbolistas por considerarlos débiles, mimados y afeminados. Su visión, un “verdadero hombre” no se queja de “tonterías”. En otro sector, ciertos discursos feministas extremos generalizan que el fútbol es un deporte de hombres agresores, abusadores, violadores; entonces, los querellantes acostumbrados a prácticas sexistas no deberían quejarse. Hoy, está extendida la idea de que el concepto del honor es una construcción social tóxica y patriarcal.
Las dos posiciones anteriores comparten el argumento de que son tres individuos privilegiados porque poseen grandes recursos económicos, así, no necesitan recurrir a la demanda. Esto se percibe a través de las redes sociales y algunos medios, y hasta se contrasta sus vidas con la de los menos privilegiados. Es interesante que el sistema haya convertido el concepto de “los privilegiados” en un comodín para usar a su conveniencia. No se aplica cuando se trata de la evasión fiscal de poderosos grupos empresariales, pero sí cuando alguna persona famosa desea defender su nombre. Evidentemente, es más difícil para una persona sin recursos defender su imagen y las consecuencias serán muchísimo más devastadoras. Pero en la cultura de la cancelación nadie se salva, famoso, anónimo, rico o pobre.
Este juicio ha revelado visiones entroncadas en la sociedad costarricense que ponen en contradicción las llamadas posturas “progresistas” y refuerzan las posturas conservadoras. La división de la sociedad en grupos y sectas de afinidad, han alimentado los fanatismos, las divisiones. Dentro de la chota hacia los jugadores ha redundado la idea de que “los hombres no lloran”.  Algunas posturas feministas extremas han expresado que los hombres solo lloran por razones futbolísticas o las “lágrimas de cocodrilo” después de agredir a una mujer. Sí, existen hombres así. Pero, existen otros, que lloran por otras situaciones.
¿En qué situaciones lloran algunos hombres? Lloran de frustración ante la adversidad laboral, de impotencia económica al no poder hacer frente a las necesidades de sus hijos, de agotamiento físico, psicológico y moral por el acoso de un jefe o jefa en el trabajo. El juicio entre ex federativos y los jugadores, en vez de juzgarse a la ligera, como “telenovela de machos tóxicos”, ojalá sirviera para abrir un diálogo más amplio y sensible sobre los roles de género impuestos por la sociedad.
En el caso de los hombres, la exigencia de la invulnerabilidad, la represión de sentimientos, emociones y el mandato social de soportar tratos poco cordiales aun en situaciones laborales.
Todavía se tiene la creencia de que un trabajador debe aceptar maltrato de un superior.
Esto nos lleva un segundo tema oculto entre la burla y descalificación y que afecta tanto a hombres como a mujeres. La cultura costarricense se vanagloria pacífica, no violenta, incluso, se ha usado como discurso chauvinista para diferenciarse de los vecinos. Sin embargo, reina en la cotidianidad la violencia simbólica, coloquialmente, llamada violencia agazapada, soterrada, rastrera. El discurso de paz también ha servido para justificar la violación sistemática de los algunos derechos fundamentales, entre ellos, la naturalización del acoso laboral y la difamación. Esto, unido a la cultura machista explica el porqué de muchos de los discursos que han aflorado al calor del juicio.
En este contexto, es natural que la decisión de defensa de los futbolistas haya sido atacada y no se comprenda. En general, parece que la sociedad costarricense, no tiene conciencia de sus derechos humanos más básicos. Frases como “en un trabajo se aguanta todo como hombrecito” es reveladora de un fenómeno totalmente invisibilizado en la sociedad costarricense, el mobbing, es decir, acoso, agresión, ataque y maltrato en ambientes laborales, normalmente en situaciones de desbalance de poder entre el acosador y la víctima. 
Por encima del juicio y la imagen de tema futbolístico, es imperativo explorar temáticas sociales que se desprenden; además de los mandatos estructurales de género de la cultura patriarcal, es urgente investigar y hablar sobre la difamación y el acoso laboral. Este último, es un fenómeno común en Costa Rica, “sin embargo, representa una cifra negra ya que muchos no denuncian su situación por temor al despido y continúan soportando el maltrato del que son víctimas”. Se presenta en los sectores privado y público, incluso ha llegado a ser parte de la cultura organizacional. Sobre las denuncias interpuestas, el mayor porcentaje corresponde al sector servicios, 65,2% y los más bajos a los sectores agropecuario y construcción, ambos con un 0,0%.  
En todos los sectores, profesiones u oficios los métodos son los mismos “la infravaloración de las capacidades del trabajador, hasta su desbordamiento por la asignación de tareas irrealizables, agresiones como la ocultación de información, la difamación o el trato vejatorio”.   Así, se lleva al individuo al límite, la desesperación, la renuncia, la precarización económica y en casos muy extremos, al suicidio.   Las víctimas pueden ser albañiles, operarios, peones agrícolas, técnicos, profesionales de servicios, académicos universitarios, empleados municipales, profesionales de la salud, entre muchísimos otros. De tal manera que, no importa el sector, el nivel social, educativo o el género, es un fenómeno sufrido por todo tipo de personas. 
En términos futbolísticos, el sistema nos está ganando por goleada. Estamos perdiendo a causa de la división. Dentro y fuera del estadio, en palco, sol y sombra la afición está polarizada en cientos de grupos. En las afueras, los eslóganes gritan que los hombres machistas de ciertos sectores no tienen derecho a la palabra, la protesta o la defensa porque son tóxicos; desde los palcos, altisonantes y arrogantes voces señalan a los jugadores privilegiados; mientras en sol y sombra, las bulliciosas canciones repiten hasta aturdir que, un hombre que denuncie el acoso laboral es un maricón en la doble acepción costarricense, afeminado y llorón. Necesitamos urgentemente remontar el marcador, a pesar de las arbitrariedades del “Fair play”. ¿Cuál será el sistema de juego que permita hacerlo de la mejor y más justa manera? 
 

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