História e Pensamento Militar
Texto: IELA
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Apuntes sobre la economía política del “neodesarrollo” y la dependencia en Brasil
Por: Jefferson Pecori Viana
23.05.2014 – Hoy día se convirtió en una expresión común a la mayoría de los politólogos, economistas y principalmente internacionalistas la referencia a Brasil como “un país en vía de desarrollo” o una potencia emergente, entre otras expresiones. Referirse de esa manera al crecimiento económico brasileño es una ideología que emerge desde la teoría del desarrollo y de la influencia de los planteamientos de la CEPAL.
En los últimos años este casamiento entre lo que restó del pensamiento de la CEPAL de Prebisch y Furtado y las estrategias políticas del gobierno de Lula da Silva y Dilma Rousseff fue bautizado de “neodesarrollo” y tiene en el economista Bresser-Pereira y en la escuela de economía de la UNICAMP su máxima expresión constructora. Pues, a nosotros nos interesa mirar profundamente las bases de la concepción de “desarrollo económico” y observar en la realidad si se mantiene los marcos del neodesarrollo y, sobretodo, las consecuencias para la integración regional en América Latina, especialmente el Mercosur. La duda es saber si el “vidrio del techo” del neodesarrollo suporta más que una débil “llovizna”.
Así que, el objetivo en este pequeño artículo no es descreditar la integración política, social, cultural que avanzó mucho en los últimos diez años, pero es señalar que el Mercosur se mantiene en la base del pacto interno que hay en Brasil entre los sectores del capital industrial, del capital financiero y del capital terrateniente.
Desde 2002 Brasil ha acumulado más recursos provenientes de las exportaciones (punto uno) y del mismo modo, en el mismo período Brasil recibió más capital extranjero (principalmente capital especulativo) como consecuencia de la expansión de la deuda pública y del mercado financiero (punto dos); la expansión de la deuda pública y el capital proveniente de las exportaciones abastecieron tanto la capacidad de internacionalización de la economía (vía BNDES[1]) – que es necesaria dado nuestra incapacidad de creación de un mercado interno (y la inexistencia de un programa de reforma agraria) – cuanto los programas sociales que han posibilitado al Partido de los Trabajadores tener el control del gobierno (punto tres); la industria brasileña tiene muy baja productividad, así que también parte del “excedente” fue direccionado a compensar esta baja productividad, en este caso, con exportaciones a países periféricos (exportaciones tanto de manufacturados, como de bienes y servicios, sobretodo de ingeniería) y otra parte para expandir el crédito disponible para los brasileños realizaren el consumo (punto cinco). Este esquema, aunque tenga éxitos del punto de vista social, no se ha concretizado a punto de permitir una ruptura al esquema de la dependencia.
Es verdad que el esquema de integración en que participa Brasil (Mercosur, Unasur, Celac) se caracteriza por la asociación de países subdesarrollados, pero esto no significa que mediante la “exclusión” de la participación de países desarrollados es esquema de integración tendrá, inevitablemente, éxitos. El éxito, además de una integración hecha desde y para los países subdesarrollados, depende del proyecto interno de cada país y de su capacidad de crear y ampliar los espacios de autonomía (en materias económicas, sociales, culturales y de política exterior) y el enfrentamiento a la situación de dependencia. La conquista de la autonomía y la superación de la dependencia dependerán de la ruptura de los pactos internos entre clases (los dueños del poder y las amplias camadas populares subyugadas) y como el país ve su inserción en el Sistema de interestatal. No puede haber resistencia regional conjunta si las estrategias de los participantes son tan contrastantes. Las contracciones de esto pueden o profundizar la dependencia o energizar el conflicto de clases en las sociedades latino-americanas.
Sin embargo, ¿qué tiene que ver el esquema de integración promovido desde Brasil y los pactos internos que mantienen el gobierno actual del Partido de los Trabajadores (PT)? Del punto de vista de la integración hecha con recursos público del BNDES, uno no puede subestimar la dependencia brasileña que ocurre en una doble camada: i) la dependencia de los ingresos de la producción primario-exportadora, que además de estar en una situación de dependencia respecto al comportamiento de las economías de destino de la exportación, también depende de la cotización de los precios internacionales de los alimentos, que son hechos fuera de nuestro alcance de influencia, sin posibilidad que los países se conviertan en los verdaderos dueños de su producción.
La segunda camada de dependencia brasileña tiene que ver con las inversiones extranjeras privadas hechas en la economía brasileña. Desde los años setenta, con el fin del padrón dólar-ojo del Sistema de Bretton Woods, los capitales internacionales, beneficiados por la exponente liquidez propiciada por la crisis del petróleo de los años setenta, se han movido por todo el globo terrestre y ha fomentado la creencia de que la inversión exterior es un elemento fundamental para alcanzar el desarrollo de las economías “emergentes”, o sea, si tomamos en cuenta esta concepción, verificaríamos que la propia emergencia (país emergente) es un fenómeno que no está en nuestras manos, pero si en los manuales hechos en el centro sistémico.
Pues, a partir de los años 2002 (sobre todo en el segundo mandato de Lula) se incrementó la entrada de inversión privada en Brasil (sobre todo la inversión de corto plazo, hecha en papeles de la deuda y en mercado de capitales). Sobre eso, aunque hay una “ola de optimismo”, lo que la mayoría de los analistas se olvida de poner en cuenta es que la inversión privada no es un regalo (como fue el Plan Marshall a Alemania, o la ayuda económica de EEUU a Corea del Sur o Japón). El retorno de la inversión extranjera que viene después de un tiempo de maturación – que es la diferencia de tiempo entre la entrada y la realización de ganancias expresivas – retorna a los mercados de origen, revelando así su naturaleza contradictoria: las ganancias que son obtenidas en el mercado periférico, son realizadas en moneda nacional periférica, pero, para que estas ganancias sean reincorporadas a la economía de los países desarrollados, ellas tienen que convertirse en “moneda internacional[2]”. Eso configura una verdadera “directiva del retorno del capital”.
De ahí que las dos camadas se encuentran y se convierten en un problema esencial de la economía brasileña: la salida líquida de capitales (que vuelven en la forma de ganancias) y la menor recaudación con las exportaciones (que por consecuencia de mercados terceros disminuye tanto en cantidad cuanto en calidad) ponen en riesgo el programa de la integración, una vez que este mismo programa no está basado en la ruptura con la dependencia económica, pero solamente en una coyuntura favorable para los productos primarios y en la cual el capital financiero buscó salidos para incrementar su remuneración.
Así que seguimos, todavía, dependientes del movimiento de los capitales y de las decisiones tomadas en otra realidad (decisiones de las hegemonías capitalistas). De manera que sigue valiendo para nosotros el pensamiento de Don Quijote: “Venturoso aquel a quien el cielo dio un pedazo de pan sin que le quede obligación de agradecerlo a otro que al mismo cielo”.
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[1](Banco Nacional del Desarrollo Económico y Social).
[2] De hecho los intentos de creación de una moneda internacional – sobretodo el intento del economista británico John Maynard Keynes, en la conferencia de Bretton Woods, en 1944 – no tuvo éxito. Para comprender el fracaso de los intentos del establecimiento de una moneda internacional, hay que observar que el sistema capitalista siempre sigue una dinámica de constante expansión, generalmente la expansión depende un “hegemonía” que tenga la capacidad de crear estabilidad para el capital. Esta hegemonía – que no llega a realizar como un imperio – crea instituciones que estabilizan la precaria y desigual orden capitalista: la moneda nacional de esta hegemonía pasa a convertirse en un “bien” internacional, como pasó con la libra esterlina, el dólar.
Texto: IELA
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