Marx e a História – Gustavo Machado
Texto: IELA
Aguarde, carregando...
Que venha o jornalismo
Por Elaine Tavares – jornalista
19/12/2008 – O Jornalismo no Brasil é um vergonhoso modelo de propaganda. Quase tudo o que se vê na TV ou se lê nos jornais e revistas semanais pouco tem a ver com a vida das gentes. As fontes são as oficiais e raros são os que se aventuram pelas estradas vicinais, poeirentas, da vida real. Melhor é ficar no gabinete, nas salas acarpetadas, com ar condicionado, a sorver cafezinho e ouvir, reverente, a voz do poder. Isso dá muito mais lucro. Pode colocar um jornalista nas graças dos que mandam. Isso significa verbas adicionais e fama. Quem não quer?
O ser humano normal sonha com isso. Trabalhar na Globo, aparecer em rede nacional, ser reconhecido no supermercado. E, de quebra, ainda ter uma boa poupança para os tempos difíceis. Para isso, só vale uma regra: não brigar com o poder. Servilismo, servidão. Dar murro em ponta de faca pra quê? Bobagens de quem não tem família para sustentar.
Pois o jornalista iraquiano Muntadar al-Zeidi fez o improvável. Ele não escreveu qualquer matéria, não ficou perdido entre anotações, não usou câmera escondida, não foi para frente de batalha, não mergulhou em documentos, sequer narrou a vida desgraçada dos seus compatriotas, acossados pela ganância estadunidense. Ele apenas arremessou um sapato contra o rei. Numa situação absolutamente normótica, quando os jornalistas se aglomeram para fazer perguntas idiotas a um energúmeno completo como é o presidente estadunidense, sem que absolutamente seja aventada qualquer possibilidade de um questionamento embaraçoso paro o poder, o homem, jornalista, explodiu.
Não era terrorista, nem homem-bomba, nem nada. Só uma pessoa, cansada de servir àquele que nada mais era do que um gangster de terceira classe. Mas que, por tanto tempo nos píncaros da gloria, comandando o exército mais poderoso da terra, havia de ser temido. E assim, não bastando ter destruído toda a cultura do Iraque, matado sua gente, destruído sua auto-estima, massacrado sua honra, ainda se deu ao luxo de ir dizer “goodbay” . Tripudiava , pisoteava, humilhava um pouco mais aquele povo que até hoje, passados cinco anos, ainda morre pelo simples fato de ser o que é.
O jornalista não ouviu os dois lados, não contou histórias, não checou informações. Ainda assim merece ganhar todos os prêmios do mundo. E por quê? Porque num tempo em que o normal é servir ao poder ele disse: Não! Sem armas, mas sem medo, ele usou o que mais prosaico se poderia usar, o sapato. E, num ato de digna raiva o arremessou contra o boneco estadunidense, que tal e qual um estúpido, ria sem entender a grandeza do gesto. O jovem iraquiano que aos gritos de “cachorro”, tentou atingir o presidente do país mais armado da terra, ficará eterno ao protagonizar uma hora histórica. No lugar improvável, entre os serviçais, ele se levantou e arremessou o sapato. Um gesto pueril, inglório, tolo, mas que redimiu parte da humanidade.
Não é sem razão que pelo mundo todo seu gesto ingênuo esteja sendo saudado como a maravilha das maravilhas. Porque no planeta dos escravos de Jó teve um que decidiu sair da casinha do jornalismo cortesão e dizer ao mundo a palavra aprisionada: “cachorro!”, que, pensando bem, é uma ofensa contra esses lindos animais. Vai-te para o inferno George Bush, porque, como já dizia Ali Primera “hermano de mi pátria usted no es”.
Foi bonito, foi redentor, mas, e agora? Será diferente com Obama? É diferente dos demais carrascos? Trará paz ao mundo? Acabará com Guantánamo? Findará a tortura? Deixará de ingerir sobre a vida das gentes nos países que têm riquezas para eles roubarem? Duvido muitíssimo!
O bravo jornalista do Iraque enfrentou a ira dos deuses e está a receber aplausos de todos os cantos do mundo. Legal, isso é bom. Mas, quisera eu que os coleguinhas do mundo todo principiassem a realizar o insólito, tal qual o iraquiano, não atirando sapatos, mas narrando a vida, a vida mesma, essa que escorre pelos dedos da história real e que não encontra espaço para se expressar.
Sim, foi orgástico ver o sapato voando. Talvez fosse tudo o que aquele homem pudesse fazer. Mas nós, aqui na terrinha, podemos mais do que um sapato no ar. Nós podemos contar da vida, dos podres do poder, da dominação. Nós podemos narrar o horror do cotidiano e mais, nós podemos anunciar a boa nova. Outras formas há de se viver no mundo. Boas e bonitas. Os atiradores de sapatos são bem vindos, sim, mas é chegada a hora dos Jeremias a insistir contra todo o bom senso: “ainda hão de nascer flores neste lugar”. Viva o jornalista iraquiano que arremessou os sapatos, mas vivam também os loucos que, a despeito de tudo, jogam a merda do capital no ventilador. Eles não aparecem em rede nacional, mas estão aí, insistindo e lutando. Há mais sapatos voando por aí do que pode sonhar nossa vã filosofia!
Que venga el periodismo
Por Elaine Tavares.
El Periodismo en Brasil es una vergüenza. Casi todo lo que se ve en la TV o se lee en los diarios y revistas semanales poco tiene que ver con la vida de las gentes. Las fuentes son las oficiales y raros son los que se aventuran por las rutas vecinales, polvorientas, de la vida real. Mejor es quedarse en el gabinete, en las salas alfombradas, con aire acondicionado, a sorber cafecito y oír, reverente, la voz del poder. Eso da mucho más lucro. Puede hacer con que un periodista caiga en las gracias de los que mandan. Eso significa recursos adicionales y fama. ¿Quién no quiere?
El ser humano normal sueña con eso. Trabajar en la Globo, aparecer en cadena nacional, ser reconocido en el supermercado. Y, de paso, todavía tener una buena caja de ahorros para los tiempos difíciles. Para eso, sólo vale una regla: no pelearse con el poder. Servilismo, servidumbre. ¿Calentarse pa’ qué? Bobadas de quien no tiene una familia para alimentar.
Pues el periodista iraquí Muntader al-Zeidi hizo lo improbable. Él no escribió nota alguna, no se perdió en anotaciones, no usó una cámara escondida, no fue al frente de batalla, no se zambulló en documentos, siquiera narró la vida desgraciada de sus compatriotas, acosados por la ganancia estadounidense. Él apenas tiró un zapato contra el rey. En una situación absolutamente normótica, cuando los periodistas se aglomeran para hacer preguntas idiotas a un energúmeno completo como el presidente estadounidense, sin que absolutamente sea ventilada cualquier posibilidad de un cuestionamiento complicado para el poder, el hombre, periodista, explotó.
No era terroristas, ni hombre-bomba, ni nada. Sólo una persona, cansada de servir a aquel que no era otra cosa que un gánster de tercera clase. Pero qué, por tanto tiempo en las cumbres de la gloria, comandando el ejército más poderoso de la tierra, tenía que ser temido. Y así, no siendo suficiente haber destruido toda la cultura de Irak, matado su gente, destruido su autoestima, masacrado su honor, todavía se dio el lujo de ir a decir “goodbye”. Tripudiaba, pisoteaba, humillaba un poco más a aquel pueblo que hasta hoy, pasados cinco años, todavía muere por el simple hecho de ser lo que es.
El periodista no escuchó los dos lados, no contó historias, no chequeó informaciones. Así mismo merece ganar todos los premios del mundo. ¿Y por qué? Porque en un tiempo en que lo normal es servir al poder él dijo: ¡No! Sin armas, pero sin miedo, él usó lo más prosaico que podía usar, el zapato. Y, en un acto de digna rabia lo tiró contra el muñeco estadounidense, que tal y cual un estúpido, se reía sin entender la grandeza del gesto. El joven iraquí que a los gritos de “perro”, intento alcanzar al presidente del país más armado de la tierra, será eterno al protagonizar una hora histórica. En el lugar improbable, entre los serviciales, él se levanto y tiró el zapato. Un gesto pueril, modesto, loco, pero que redimió a parte de la humanidad.
No sin razón, por todo el mundo su gesto ingenuo está siendo saludado como la maravilla de las maravillas. Porque en el planeta de los esclavos de Jo hubo uno que decidió salirse de la madriguera del periodismo cortesano y decirle al mundo la palabra presa: “¡perro!”, que pensándolo bien, es una ofensa contra esos lindos animales. Vete al infierno George Bush, porque, como ya decía Ali Primera “hermano de mi patria usted no es”.
Fue bonito, fue redentor, pero, y ¿ahora? ¿Será diferente con Obama? ¿Es diferente de los demás carniceros? ¿Traerá paz al mundo? ¿Acabará com Guantánamo? ¿Terminará la tortura? ¿Dejará de ingerir sobre la vida de las gentes en los países que tienen riquezas para que ellos las roben? ¡Dudo muchísimo!
El bravo periodista de Irak enfrentó la ira de los dioses y está recibiendo aplausos de todos los rincones del mundo. Óptimo, eso es bueno. Pero, quisiera yo que los coleguitas de todo el mundo principiasen a realizar lo insólito, tal cual el iraquí, no tirando zapatos, pero narrando la vida, la vida misma, esa que se escurre por los dedos de la historia y que no encuentra espacio para expresarse.
Sí, fue orgiástico ver el zapato volando. Tal vez fuese todo lo que aquel hombre pudiese hacer. Pero nosotros, aquí en esta tierra, podemos más que un zapato en el aire. Nosotros podemos contar de la vida, de la podredumbre del poder, de la dominación. Nosotros podemos narrar el horror del cotidiano y más, nosotros podemos anunciar la buena nueva. Otras formas hay de vivir en el mundo. Buenas y bonitas. Los tiradores de zapatos son bienvenidos, sí, pero ha llegado la hora de los Jeremías insistiendo contra el sentido común: “todavía han de nacer flores en este lugar”. Viva el periodista iraquí que tiro los zapatos, pero vivan también los locos que, a despecho de todo, meten la mierda del capital en el ventilador. Ellos no aparecen en cadena nacional, pero están allí, insistiendo y luchando. ¡Hay más zapatos volando por ahí de lo que puede soñar nuestra vana filosofía!
Traducción: Raúl Fitipaldi, de América Latina Palavra Viva.
Texto: IELA
Texto: IELA
Texto: João Gaspar/ IELA
Texto: Elaine Tavares
Texto: Davi Antunes da Luz