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Bolivia: el renacer de Indoamérica

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Por IELA em 01 de outubro de 2008

Por Ricardo Sánchez Ángel –  Profesor Universidad Nacional/Colómbia
 
El pasado 15 de septiembre, “las jefas y jefes de Estado que conforman la Unión de Naciones Suramericanas”, UNASUR, reunidos en el Palacio de la Moneda, en Santiago de Chile, adoptaron una enérgica postura de apoyo al gobierno constitucional del presidente Evo Morales, al tiempo que advertían su rechazo y desconocimiento “a cualquier situación que implique un intento de golpe civil, la ruptura del orden institucional o que comprometan la integridad territorial de la República de Bolivia.” Condenaron la masacre de Pando, se sumaron al diálogo interno e instaron al cese de la violencia. La comunidad de naciones hizo uso del Derecho Internacional al defender la soberanía y unidad, así como la democracia y la paz en la hermana nación. 
 
Un rasgo destacado de este tipo de organismos de la diplomacia latinoamericana es que no cuenta con la participación de los Estados Unidos, como sucede en la OEA, lo cual garantiza la aplicación de fórmulas y soluciones pensadas desde nosotros. Tal como sucedió con el caso de la agresión del gobierno de Colombia a la República del Ecuador el 1 de marzo de 2008, en el que la Cumbre de Presidentes del Grupo de Río, desde la República Dominicana, se puso del lado del presidente Correa y condenó la violación de la soberanía territorial del Ecuador, con los imperativos del Derecho Internacional. Ahora se rodea a Bolivia y a su gobierno legítimo ante las pretensiones de golpe de Estado, guerra civil y división del territorio.
 
Desde el 2005, cuando Evo Morales y el Movimiento Al Socialismo ganaron las elecciones, comenzó el renacimiento de las naciones y pueblos de Bolivia. En verdad, desde la salida de Sánchez de Lozada y su pandilla de tecnoburócratas del gobierno, producto de un profundo levantamiento popular, el camino era el logro de un gobierno sostenido por los trabajadores e indígenas, una constituyente y una nueva Constitución democrática. Al igual que la aplicación de un plan de recuperación de los recursos naturales, el reconocimiento a los derechos de los indígenas, políticas sociales de alfabetización, educación, salud, vivienda.
 
El derrocamiento de Sánchez de Lozada no fue para cambiar caras y caretas, sino para visibilizar a los trabajadores y pueblos de Bolivia, proseguir su autoorganización y movilización, elegir su gobierno, y dictar una política de unidad indoamericana y de soberanía frente a las multinacionales y los Estados Unidos.
 
En tan sólo dos años, el gobierno de Evo Morales avanzó en sus propósitos, errando y corrigiendo, pero sobre todo, sostenido por el apoyo popular, el reciente referendo a su favor, y la legitimidad que le han refrendado los países y pueblos de América, con la excepción del gobierno de Bush. Es contra estos logros y dinámicas que se ha movilizado la derecha económica racista, encabezada por la oligarquía de Santa Cruz y los prefectos de este departamento, así como los de Tarija, Beri y Pando, quienes han contado con el apoyo del embajador norteamericano, Phillip Goldberg, experto en dividir países, como lo mostró en Yugoslavia. 
 
Se han conformado ejércitos de paramilitares como la Unión de Jóvenes Cruceñistas (UJC), que siembran el terror e incitan al racismo contra los indígenas y su gobierno. Han destruido un gasoducto, masacrado 30 personas en Pando, 26 de pozos de gas han sido cerrados, saboteadas las cadenas alimentarias y de gasolina buscando generar la penuria y paralizar las actividades. Además dinamitaron el Canal Nacional de Televisión en Santa Cruz.
 
Lo que hace intensa la situación boliviana es la movilización general que se vive, y que los medios de comunicación censuran. Se está rodeando al gobierno de Evo Morales, exigiendo castigo a los criminales del paramilitarismo y defendiendo la paz. Hay un renacer de Indoamérica en Bolivia, y debemos mirar hacía allá porque el pulso continúa.

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