Celia: bússola na tempestade e patamar para o futuro
Texto: Anaisis Hidalgo Rodríguez - Cuba
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La modernización capitalista en Brasil: de FHC hasta Luis Inacio Lula da Silva
Por Nildo Ouriques / México
El inicio del programa ocurre en 1994 bajo el chantaje de que la inflación es el principal enemigo de la humanidad: desde entonces Brasil mantiene las tasas de interés más altas del mundo. La victoria de Lula sobre Serra en 2002 tiene estrecha relación con la rehúsa de grande parte de la población al programa de modernización capitalista denominado PLAN REAL. Más que un plan de estabilización monetario, el PLAN REAL es ante todo un amplio programa de modernización capitalista y, en el terreno político, representa un radical viraje en la correlación de fuerzas entre las clases sociales.
El bloque hegemónico desde entonces esta caracterizado por la fracción financiera, la productiva, la comercial, los terratenientes y una pequeña parte de los trabajadores que se benefician de los fondos de pensión, más precisamente 2 millones y ochocientos mil trabajadores.
Hay que desechar de inmediato la idea sencilla – que siempre son muy peligrosas – de que la principal contradicción en el manejo de la economía se presenta entre la forma productiva de acumulación de capital y la forma financiera de valorización del mismo. Desde el principio de Plan Real, las fracciones productivas buscaron formas muy rentables de valorización financiera, especialmente con las ganancias oriundas del endeudamiento público interna, es decir, con el extraordinario avance del endeudamiento del estado.
La estrategia inaugurada en 1994 que todavía se mantiene esta apoyada en cuatro puntos decisivos. a) el endeudamiento sin precedentes del estado brasileño; b) los niveles de explotación de la fuerza de trabajo y el nuevo ritmo de la inmigración internacional; c) la conformación de una economía exportadora; d) la inversión social como mecanismo de control y apatía política.
El endeudamiento estatal ocurre exactamente cuando el discurso dominante es de austeridad fiscal, es decir, el cuento según el cual un estado no puede gastar más allá de su capacidad de colectar impuestos. Los datos son elocuentes: en 1994 la deuda era de 63 mil millones de reales; Cardoso la sube para 750 mil millones en sus dos gobiernos. Lula en el primer mandato logró algo aún más importante: doblo para 1 trillón y trescientos mil millones de reales. Y el crecimiento sigue con fuerza.
El poder político de esta estrategia es obvio: los detentores de la deuda pública controlan no solamente la Secretaria de Hacienda sino que el Banco Central, razón por la cual mantienen la tasa de interés en el cielo. Esta es la forma que acomoda los intereses de las distintas fracciones del capital, una vez que productivos y financieros acumulan riqueza y poder con el endeudamiento del estado.
Los niveles de desempleo y sobretodo la informalidad siguen siendo un punto estratégico del programa modernizador. Dos terceras partes de la fuerza laboral del país no poseen siquiera registro laboral. Aunque medido en dólares el salario mínimo nunca fue tan fuerte es necesario recordar que los precios en las economías de la región después de años de apertura son, de hecho, dolarizados. Así, se configura una situación en que los salarios siguen siendo de tercer mundo mientras los precios y por ende las ganancias, son del primer mundo y no raro muy por encima de los países centrales.
La opción por la economía exportadora es muy evidente. Gran parte de las empresas ya obtienen sus ganancias en proporciones cada vez más elevadas en el comercio exterior. La economía política inglesa, desde William Petty ya descubrió que no hay incompatibilidad entre la acumulación y el enriquecimiento de los exportadores y el empobrecimiento del país. Lo mismo se verifica en América Latina que se jacta de poseer quizás el más grande empresario del mundo mientras su pueblo sigue en la miseria, es decir, 62% de los latinoamericanos están bajo los niveles de pobreza o son miserables, según la CEPAL.
Pero resulta que la configuración de la economía exportadora implica necesariamente en apoyar en crecimiento de la economía en el sector externo, de tal forma que un desarrollo endógeno necesario para enfrentar la pobreza, elevar el empleo y aprovechar las fuerzas productivas de la nación, son olvidadas. La inmigración masiva es el resultado necesario de este modelo de economía exportadora. Asimismo, el abandono de la reforma agraria es una exigencia de la economía exportadora pues gran parte de los productos de exportación del país tiene relación con el denominado “agrobusines”, es decir, el viejo terrateniente ahora bajo nuevo traje. En las palabras de Lula: de bandidos a héroes del país!!!!!
La aparición del fenómeno de la inmigración en Brasil, el segundo más importante después de México, se debe al hecho de que gran parte de las ganancias de los grandes empresarios dependen de la valorización del capital en el mercado mundial. El mercado interno tiende a pasar de una función primordial hacia otra, de naturaleza complementaria. Así, como consecuencia necesaria, podemos observar que una parte significativa de la fuerza de trabajo ya no cumple función alguna en el sistema. Ya no se trata de un “ejército industrial de reserva” como planteó Marx, sino que de una parte de la población que resulta superflua para la acumulación de capital en el espacio nacional. No hay otra salida para esta gente que inmigrar hacia los centros dinámicos de la acumulación de capital, es decir, los países centrales. Además, la orientación exportadora de la economía implica que no se trata de un ciclo de valorización que podrá eventualmente ser sustituida por otro tan luego cuando las condiciones cambien otra vez (tasa de interés, tasa de cambio, etc.).
Las cifras de las remesas hacia América Latina por parte de millones de trabajadores ya son tan considerables que superan el monto de la inversión extranjera directa, como lo demuestran los datos del 2007. La población carcelaria de Brasil crece más rápidamente que la de los Estados Unidos desde 1994, cuando el Plan Real se echó a andar. Además, el número de homicidios se multiplicó rápidamente, de tal forma que actualmente alcanzan la cifra de 50 mil por año. En cuatro años se mató más en Brasil que la guerra en El Salvador o Guatemala. Todo ello indica que la orientación hacia la configuración plena de la economía exportadora es una decisión clave para mantener el bloque de clase que sostenía el gobierno de FHC y que se reproduce en el gobierno de Lula. En pocas palabras: no hay ruptura.
Finalmente, hay que analizar los programas sociales del gobierno, cuya característica fundamental es la manutención de amplios sectores sociales bajo control electoral. Sin embargo, esta presencia electoral nos e convierte en organización político y menos todavía en consciencia social hacia la liberación. Eso lo plantea incluso la CNBB, la Confederación de los Obispos Brasileños.
Estos programas, más eficaces en el norte y nordeste brasileño, indican claramente que la opción política del bloque en el poder no tiene como función sino mantener las cosas como están. Los partidos que apoyan el gobierno no logran romper con esta dinámica y, en la mayoría de los casos, no están preocupados con esta tarea.
Todavía, la coalición dominante encontrará muchos problemas a partir de la prójima disputa presidencial, pues Lula no podrá ser candidato. Apoyará a alguien que no posee su legitimidad histórica y podemos asegurar que entraremos en una nueva fase de disputa política en el país con posibilidades para que los movimientos sociales y los partidos de izquierda que no apoyan el gobierno puedan lograr cierto protagonismo,
Lo atractivo del gobierno Lula para muchos que participan de este evento se limita al hecho de que “malo con Lula, peor sin él”. Mucha gente todavía cree que el regreso de los tucanes, es decir, los socialdemócratas de derecha, volverían las cosas más difíciles para todos, especialmente para las fuerzas nacionalistas y revolucionarias que lucha en Ecuador, Bolivia y Venezuela. Hay incluso quienes piensan que la política externa de Lula es progresista. Se olvidan de la presencia brasileña en Haití. Se olvidan que después de la reunión de Camp David con Bush Lula se volvió más activo en el tema de la integración como fuerza que esteriliza la integración bolivariana, pues esta exclusivamente interesado en avanzar en la integración solamente cuando esta propuesta fortalece su coalición clasista que mantiene el país bajo control de lo que en otras partes denominamos “neoliberalismo”.
Hay otro hecho para el cual quiero llamar la atención: si la socialdemocracia de derecha vence los prójimos comicios, no estaremos amenazados por el fascismo por la sencilla razón que no hay condiciones ni aun necesidad para que tal opción se imponga. La victoria de las fuerzas de FHCardoso no haría menos que meter amplios sectores sociales en lucha e incluso el PT, instrumento de la estabilidad burguesa, tendría que apoyar muchas luchas populares de las cuales se alejó muy claramente.
Aún en terreno de las relaciones internacionales, es necesario subrayar que todo el esfuerzo de la clase dominante brasileña en contra de Evo Morales, Rafael Correa y Hugo Chávez se destina a impedir que fuerzas nacionalistas ganen terreno en Brasil. Pero bajo control de las fuerzas de FHC el gobierno de Chávez no fue hostilizado. En caso de un cambio en esta dirección con o sin Lula el resultado seria un impulso aun mayor por parte de amplios sectores y movimientos sociales.
La ausencia del PT y aún de otros partidos que apoyan el gobierno en este evento revela hasta que punto el partido se convirtió hacia posiciones de las cuales no hay retorno. Los nuevos partidos de izquierda – el PSOL y el PSTU – pueden representar, en este contexto, las nuevas fuerzas partidistas que ayudarán a superar el programa de modernización capitalistas que Lula ahora encabeza. La función de la izquierda en mi país siempre fue la de indicar que hay alternativas viables para nuestro pueblo. Jamás la de exorcizar el pasado reciente como su papel central. Una izquierda limitada a impedir que las fuerzas del pasado regresen, especialmente cuando ella mismo aplica el programa de sus adversarios electorales, es una fuerza sin horizonte utópico. Todos sabemos la advertencia de Marx sobre el punto: cuando los socialdemócratas aplicaran la estrategia de modernización capitalista en el país, el éxito fue una tragedia para el movimento popular y para la propria izquierda. Cuando Lula electo para cambiar adoptó el mismo programa y a ello le prestó su legitimidad histórica, ya habíamos entrado en el terreno de la farsa.
Gracias.
Nildo Ouriques
Presidente del Instituto de Estudios Latino-Americanos (IELA)
Universidade Federal de Santa Catarina (UFSC)
Florianópolis – Santa Catarina – Brasil
E-mail: nildo@cse.ufsc.br
E-mail: iela@usfc.br
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