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El sentido de una tradición: por una ética del agradecimiento*

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Por IELA em 23 de julho de 2008

El sentido de una tradición: por una ética del agradecimiento*
 
A Rogelio Salmona
 
Por: Ricardo Sánchez Ángel
 
23/07/2008 – Hace 90 años, primero un puñado, y luego un movimiento multitudinario de jóvenes estudiantes de la Universidad de Córdoba en Argentina, llevaron a cabo una rebelión por la Reforma Universitaria que se extendió a toda Nuestra América. Partían de una crítica radical, demoledora, pero no por ello desprovista de veracidad y razón, al sistema vetusto de la universidad tradicional que había adoptado en el mejor de los casos, los ecos del positivismo y el liberalismo, y mantenía una actitud de copia, de mímesis, reproduciendo esquemas de dominación señorial y elitista. Era una institución que pretendía estar aislada de las grandes revoluciones, la mexicana y la rusa, y de las transformaciones en las ciencias, las artes, las filosofías y el derecho.
 
Su esquema de organización era vertical, autoritario y excluía la participación de los estudiantes y profesores, quienes no eran aceptados, sino tolerados, en la vida universitaria. El profesorado no estaba conformado como un cuerpo profesional, con tiempos completos, especializado en el quehacer investigativo, sino que era reclutado de las clientelas de abogados, médicos, sacerdotes e ingenieros, quienes se desempeñaban como catedráticos. Sólo un puñado controlaba el gobierno y la administración de la universidad y realizaba una gestión de vigilancia y castigo, de discriminación y conservación del tradicionalismo.
 
En casos como el de Colombia, la herencia de la contrarreforma hispano – colonial, del Concordato y la Constitución de 1886, eran celosamente conservadas, como convento y cárcel, por la Universidad Pública. No siempre la Universidad Nacional ha sido territorio del libre pensamiento, de lo laico y pluralista, aquí ha tenido presencia igualmente la intolerancia y la inquisición.
 
Cuando se fundó la Universidad Nacional como institución moderna, en la República liberal, no se logró a plenitud el objetivo de la Reforma Universitaria, pero se alcanzaron momentos de realización de sus propósitos académicos, como sucedió en el período de la rectoría del maestro Gerardo Molina. El epílogo de esta primavera democrática, de realizaciones culturales y científicas fue el cierre, control y oficialización de la Universidad Nacional después del 9 de abril. Durante la violencia y la dictadura la Universidad llegó a tener a un militar como rector!!!
 
El movimiento de Córdoba fue internacional americano, recorrió de país a país hasta México y Cuba. Articuló la tradición renovadora de la independencia de España, haciendo suyo el legado de Simón Bolívar de la unidad y confederación de América latina. Dialogó y aprendió de nuestras corrientes intelectuales y educativas más arraigadas en lo popular-nacional, como los planteamientos de Simón Rodríguez de hacer del indio, el negro, el campesino, los artesanos, los trabajadores, sujetos sociales de la educación de manera principal, para crear una ciudadanía democrática real e ir más allá de la escuela única como herramienta meramente integradora de las clases para formar naciones.
 
Lo mejor del cosmopolitismo y el internacionalismo, pero a condición de ser incorporados al legado indoamericano, con sus saberes y tradiciones derrotadas por obra de la conquista y la colonia, pero sobrevivientes en la memoria y resistencia de pueblos y comunidades indígenas y afrodescendientes. Lo que le viene a dar sentido al mestizaje popular latinoamericano va a ser la matriz de lo indígena: la tierra y los ríos, lo Andes, el Caribe, los desiertos y los páramos, los volcanes y los lagos. Es la flora, los bosques y la fauna, una cosmovisión holística de la vida, a contravía de la concepción homocentrista de los europeos y de la tradición judeocristiana. El Amazonas como gran ecosistema viene a designar una realidad mestiza.[1]
 
Los pueblos indígenas constituyeron sociedades solidarias, arraigadas hasta llegar a esplendidas civilizaciones como los Incas, Mayas, Aztecas, Chibchas que nos interpelan y son los ríos profundos de la historia que enriquecen a los líderes de la Reforma y sus maestros como Alfredo Palacios, Vasconcelos, el ácrata González Prada, José Ingenieros, Haya de la Torre y Mariátegui, para recordar entre una pléyade de espíritus renovadores incontables.
 
Sobre estas herencias raizales ha ejercido magisterio ejemplar Orlando Fals Borda en esta universidad, en el país y en Nuestra América.
 
En la conferencia inaugural como rector de la Universidad de Chile, Andrés Bello, otro de los emancipadores, dijo: “Sí, la historia, el pensamiento, las ciencias y las filosofías europeas son importantes, pero, son importantes como camino, como un conjunto de materias primas, de instrumentos que nos sirvan para pensar por nosotros mismos la realidad de Chile, la realidad de América.” El legado intelectual y ético de Simón Rodríguez y Andrés Bello es el del orgullo y la afirmación en lo que somos, latinoamericanos y que nuestro destino es asumirnos como tales.
 
Simón Rodríguez descubriendo a El Emilio, e inventando su aplicación, formuló la educación ligada al trabajo, que se refiere no sólo a unas habilidades, sino a que la enseñanza de la agricultura y el manejo de los recursos naturales requería una praxis que implicaba preguntarse sobre la propiedad agraria y las formas productivas, que permitieran un trabajo realizador en términos de individuos y sociedad. Y esto conducía a la reforma agraria, a la prioridad para la educación en los presupuestos del Estado, al reparto de los bienes nacionales entre los trabajadores, a la abolición de los privilegios. Constituyendo una demoledora propuesta al parasitismo de las oligarquías terratenientes.
 
Y entonces la educación formaba parte del programa de construcción de ciudadanos y de países libres en lo político y emancipados en lo social y económico.
 
Bueno, a esta tradición apuntó el movimiento de la juventud de Córdoba en 1918. Su programa planteó ligar la universidad a la clase trabajadora, propiciar la unidad del trabajo intelectual y el material, ventilar con las ideas renovadoras los viejos claustros. Refrescar la imaginación científica y de las artes. Hacer del diálogo y el escrutinio un paradigma de enseñanza y aprendizaje. De allí, surgen las Universidades Populares, la extensión a la comunidad, el reordenamiento de prioridades y recursos. El lema era llevar la universidad al pueblo y este a la universidad.
 
La aparición de la cátedra libre, el laicismo; programas construidos por las comunidades académicas; publicaciones, elecciones de representantes y directivos con participación de estudiantes y profesores; defensa pública de las tesis de grado; investigación, bibliotecas, laboratorios; abolición de la censura; apertura a los pobres, indígenas y afrodescendientes; bienestar universitario, que se desarrollaron en el siglo XX tuvieron su origen en la Reforma de Córdoba.
 
En Colombia surgieron líderes estudiantiles que se desdoblaron en políticos, como Jorge Eliécer Gaitán y Gabriel Turbay; y escritores como Germán Arciniegas, quienes adquirieron influencia nacional y allende las fronteras.
 
En su programa de 192, los estudiantes colombianos plantearon la organización de la universidad con autonomía, participación estudiantil en el gobierno de los Claustros y nuevos programas y métodos: “Que al lado de la cátedra funcione el seminario, se abran cursos especiales, se creen revistas. Que al lado del maestro titular haya profesores agregados y que la carrera del magisterio exista sobre bases que aseguren su porvenir y den acceso a cuantos sean dignos de tener una silla en la Universidad.”
 
Con la fórmula del cogobierno se abonó paso a una democratización de la Universidad que con distintos grados de intensidad se ha venido desarrollando en distintos países. El cogobierno no es dogmáticamente paridad de estudiantes y profesores, sino su representación adecuada. Cuando algunos colegas dicen que el cogobierno ha dado malos resultados, están desconociendo que lo logrado por la Universidad latinoamericana en avances científicos y de pensamiento se debe al ímpetu de la democracia intelectual y política en la misma. A la autonomía. En verdad tenemos información y documentación histórica, miradas y balances contrarios, y debemos discutirlos.
 
Hace cuarenta años comenzó una oleada internacional revolucionaria de la juventud en Francia, con mayo del 68, que se prolongó durante varios años en distintos países no sólo europeos como Italia y Alemania sino en México, Caracas, Buenos Aires, Lima, Quito, San Pablo, qué sé yo! Entre nosotros fue extensa e intensa en Bogotá, Cali, Medellín. Todo el país educativo se estremeció. La juventud se manifestó contra el paternalismo, los valores del conformismo burgués, y entre nosotros por democracia, real autonomía universitaria y apoyo a las luchas sociales.
 
Pese a las derrotas y sacrificios de la juventud algunos de los logros que se disfrutan hoy, tienen estos orígenes. Lo recuerdo porque hay que cultivar la ética del agradecimiento.
 
Es a la juventud y a su rebeldía que se deben los cambios más positivos y no a la tecnoburocracia educativa. Es al legado de 1918, renovado por tantas luchas libertarias, igualitarias, de realizaciones artísticas, científicas, al que debemos apuntar como tradición renovadora.
 
Hoy como hace 90 o 40 años, la represión no es sólo la que impide el avance. Nuestro pensador marxista más reconocido y acatado, escribió en sus Siete ensayos de interpretación de la realidad peruana, a propósito del balance de la reforma.
 
No son éstos, sin embargo, los únicos factores de la crisis del movimiento universitario. La juventud no está totalmente exenta de responsabilidad. Sus propias insurrecciones nos enseñan que es, en su mayoría, una juventud que procede por fáciles contagios de entusiasmo. Este, en verdad, es un defecto de que se ha acusado siempre al hispanoamericano.[2]
 
Esta crítica a la juventud es correcta y hay que profundizarla, porque nada más lejos del espíritu renovador que la adulación. Los jóvenes deben huir de la tentación de la violencia en los claustros como de la peste. Deben ser creativos, no rutinarios e improvisados.
 
La juventud y la Universidad tienen mayoría de edad y como tal deben ser reconocidos en los tiempos que vivimos. Creo que el esquema de gobierno actual ha cumplido su ciclo para bien y para mal. Demos paso a la autocrítica y exijamos lo posible: autogobierno de las comunidades académicas.
 
En este escenario, un ícono de la arquitectura del país y de Latinoamérica, el edificio de Postgrados de Ciencias Humanas y el Auditorio Virginia Gutiérrez, está demostrado a plenitud la máxima del Amauta: “Ni calco, ni copia, creación heroica”. El artista arquitecto, Rogelio Salmona supo abrir el espacio de nuestra universidad a los cerros tutelares de la ciudad, a la integración del tejido urbano, a la historia del lugar y a la política, dándole sentido lúdico a los pensamientos y diálogos. Aquí están distintos estilos, lo antiguo universal y doméstico con lo moderno, desde al amasijo de su creatividad, con el sentido del agua, el ladrillo, la terrazas, aquí está presente el legado de lo indoamericano como creación propia.

* Lectura presentada en la ceremonia de grados de Pregado y Postgrado de la Facultad de Ciencias Humanas de la Universidad Nacional, el 18 de julio de 2008.
[1] Ver La voz: Amazonia de Francois Laplantine. En : Laplantine, Francois y Alexis Nouss. Mestizajes. Buenos Aires, Fondo de Cultura Económica, 2007, pp. 75-78.
[2] Mariátegui, José Carlos. La reforma universitaria. En : Siete ensayos de interpretación de la realidad peruana. Lima : Amauta, 1968, p. 115.

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