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La “terrible alarma” : ¿vencerá el crimen impune?

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Por IELA em 15 de junho de 2011

La “terrible alarma” : ¿vencerá el crimen impune?  
Por Edmundo Gómez Mango – Uruguai
15.06.2011 – Como me suele suceder en los retornos de Uruguay, atravesé ya de
vuelta en París, una zona interior agitada, inquieta, donde se
contradicen sentimientos intensos. Dejando de lado las emociones más
personales,  y abriendo la  interrogación sobre las impresiones que me
dejó el “paisito” en las siempre demasiado cortas visitas,  me
gustaría transmitir algunas de mis vivencias. Estas fueron ocasionadas
por los múltiples diálogos con familiares y amigos, por las preguntas
casi inevitables, aún para los “de afuera” que los visitamos con
frecuencia : “¿ Y cómo encontraste al Uruguay? ¿Notaste cambios? ¿Como
ves a la gente? “ Lo que sigue son algunas respuestas que me fueron
viniendo en los días allá transcurridos allá y en estos en que retomo
mi actividad cotidiana en Francia.  Son “vivencias”, “impresiones”, no
podría argumentarlas en el  plano de la objetividad de un  análisis
que requeriría mucha más información y exámenes más detenidos.
Como leo casi cotidianamente la prensa uruguaya, no me sorprendieron
demasiado  algunas de las preocupaciones de las que se habla con más
frecuencia: la inseguridad y la violencia callejera, la delincuencia
juvenil, la lucha difícil contra la droga en sus formas más peligrosas
(la “pasta base”), para evocar algunos temas de signo negativo ; el
mayor consumo de bienes materiales, el acceso más difundido a
actividades culturales, la baja del desempleo, la mayor confianza de
la gente en su futuro, el mejoramiento del entorno ciudadano y muchos
otros  temas de conversación corriente en los que se predominaban una
sensación de satisfacción. Pude además disfrutar del algunos
espectáculos carnavaleros en los que sentí la pujanza de la cultura
popular uruguaya, el arraigo y la originalidad de las actuaciones de
murgas y comparsas…. ¡Qué lejos, pensé en algún momento, la imagen de
aquel Uruguay, silencioso, atemorizado, pero también combativo,
preparándose para lo peor, de los comienzos de los años setenta!
¡Cuánto se ha podido progresar y en tantos rubros de la vida nacional,
con los años de gobierno del Frente Amplio, cómo pudo la ciudadanía,
en tan breve tiempo, levantar al país y cambiar su ánimo!
Les decía a mis amigos que la impresión política que me llevaba del
Uruguay era la de un inmenso e interesantísimo laboratorio político :
la gente que discute y reflexiona sobre los impuestos, sobre la
repartición mas justa de la riqueza nacional,  los que quieren
acelerar el proceso de cambio, los que pretenden consolidar los
adelantos logrados, el rol de la Universidad y la enseñanza….
Sin embargo un motivo me apareció como una nube negra cernida sobre la
ciudad. Me preocupó además el hecho de que muchos de mis conocidos,
por lo general frenteamplistas de larga data, no la veían ni tan negra
ni tan amenazante como yo la percibía. Para ir al grano : me angustió
la idea que es hoy posible que en el Uruguay del Frente Amplio pueda
triunfar la impunidad y el olvido sobre  la exigencia de verdad y
justicia que para muchos orientales sigue siendo considerada como
esencial.
Casi antes de volver a Francia, participé en la presentación de mi
libro Crónicas de la amistad y del exilio (Banda Oriental, 2011).
Estaba rodeado por íntimos y viejos amigos, por un público afectuoso y
generoso . Mi intervención, como la de mis acompañantes, debía ser
breve ; cuando preparaba lo que me proponía comunicar, esencialmente
agradecimientos sentidos y sinceros, cruzó mi mente  la posibilidad de
evocar el temor que me había asaltado.  Había comentado en una de las
“crónicas” el libro de Maren y Marcelo Viñar Fracturas de la memoria
(Trilce, 1993); pienso ahora que quizá el título de ese profundo
ensayo sobre el sufrimiento del exilio y de la tortura,   me permitió
avanzar hacia el párrafo que a continuación transcribo y que leí en la
mencionada reunión :
La crónica (“Trazas”) es el texto con el que contribuí para saludar
la aparición del libro [Fracturas de la memoria] que sigue siendo
trágicamente de una gran actualidad. Está atravesado por esos motivos
que “no pasan”, acontecimientos que quedan gravados en la memoria
individual y colectiva. La tortura, la desaparición, el exilio, sus
consecuencias en las vidas personales de quienes sufrieron en carne
propia estas plagas del terror de Estado de la dictadura,  y  sus
repercusiones en la trama política y social de la comunidad, son
abordadas en este libro de manera original, abriendo caminos para la
reflexión sobre una problemática que aún hoy,  casi veinte años
después, sigue siendo de particular actualidad […]
La “fractura de la memoria “ persiste aún. La verdad es siempre
conflictiva, no se nos da gratuitamente y hay que conquistarla en
todos los terrenos, me parece, con arduos combates. Está hecha, como
todo lo humano, de amor y de odio. La memoria de la comunidad uruguaya
creo que sigue enferma, herida, a pesar de los esfuerzos realizados
para restablecer un poco más de verdad y de justicia.
En otra crónica que dedico a Juan Gelman, el gran poeta
latinoamericano que nos enseñó, con Juan Rulfo, a dialogar con los
desaparecidos y los muertos,  planteo otra vez la amenaza de la
prescripción  de lo que es por esencia, imprescriptible, los crímenes
cometidos contra los derechos humanos. El tema sigue dolorosamente
vigente por la persistencia radicalmente ilegítima de la llamada ley
de caducidad punitiva del Estado. Su denominación es tan aberrante
como nefastos son sus efectos sobre la comunidad. Estamos, pienso, al
borde de lo irremediable :  la prescripción de los crímenes de lesa
humanidad es una amenaza cada vez más cercana. Si llegara a
realizarse, si la amnistía y la impunidad de los que torturaron,
desterraron, robaron muertos y niños recién nacidos para usurpar sus
identidades fueran otorgadas, si esto ocurriera, la esperanza
democrática del país se vería radicalmente cuestionada. La amnistía
del oprobio, el olvido, el ocultamiento y sepultamiento definitivo de
la verdad trágica que atravesó el pueblo uruguayo durante el terror de
Estado acarrearía, no se necesita de un don profético para suponerlo,
un daño, una falsificación radical de nuestra vida democrática. En el
olvido de lo esencial, de las verdades esenciales, no sólo desaparece
y se pierde el “objeto “ olvidado, sino una parte esencial de la
verdad del sujeto mismo que olvida. Un pueblo que olvidara una parte
esencial y trágica de su historia,  perdería, olvidaría y ocultaría
irremisiblemente una parte de sí, algo de lo esencial de su propia
identidad.”
Las últimas noticias que llegan sobre los intentos y proyectos para
declarar inexistente o nula la ley de caducidad punitiva del Estado
son cada vez más preocupantes. El Frente Amplio no logra un acuerdo
mínimo entre senadores y diputados de sus distintas corrientes, aunque
la mayoría coincida en la voluntad de deshacerse de la lacra de la
falsa ley caduca desde que nació; no encuentran la voluntad política
necesaria  para seguir construyendo la verdad del pueblo uruguayo. Se
postergará quizá una reunión del Plenario Nacional del Frente Amplio
porque no  hay acuerdo , cuando lo adecuado, pienso, hubiera sido :
reunión urgente  en asamblea permanente del Frente Amplio en Plenario
Nacional hasta obtener la resolución definitiva  que excluya de la
Carta Magna  la disposición oprobiosa.
No puedo dejar de preguntarme : ¿pero cómo se armó esta celada, esta
encerrona,  en la que está nuevamente en juego la vida histórica de
los desaparecidos, su destino en la memoria de la Nación, el
sufrimiento trágico de los niños robados y de existencias falseadas,
de los torturados, de los injustamente desarraigados y expulsados del
país? ¿Cómo es posible que estemos al borde del abismo del olvido, de
la amnistía que en no más de un año prescribirá, extinguirá por el
solo paso de los meses, los crímenes del terror de Estado? ¿Cómo es
posible que después de dos contundentes triunfos democráticos en las
urnas, ya en el segundo gobierno del Frente Amplio, estemos por rozar
lo irremediable? ¿Desaparecerán otra vez los desaparecidos? ¿Los
asesinarán una vez más?  ¿Triunfarán los verdugos, definitivamente,
sobre sus víctimas, sobre nuestros muertos?  ¿Habrá que renunciar a la
verdad y la justicia? ¿Triunfará la mentira y el crimen? ¿No se
comprometería así la razón de ser del Frente Amplio al que adherimos y
por el que peleamos, el que forjó el nuevo Uruguay que ha comenzado a
construirse?
Se recordó hace poco el grito de Asencio, la “admirable alarma” en el
decir de Artigas,  que había encendido el entusiasmo de los patriotas
de la Banda Oriental. Sin voluntad política no habrá otra “admirable
alarma” que sacuda la conciencia frenteamplista y que la ayude  a
proseguir el arduo camino de construcción histórica del pasado
uruguayo que es también el de su presente y futuro. El pasado es la
memoria viva del pueblo que lo hizo y lo sufrió,  es ella la que pide
y reclama justicia y verdad ; el futuro se forja en el presente, por
el gobierno elegido por un pueblo y en la fidelidad de los gobernantes
al compromiso de haber sido elegidos para llevar adelante el proyecto
de la mayoría ciudadana. ¿Alguna vez el Frente Amplio renunció en su
programa, en sus consignas, en sus banderas, a la verdad, a la
justicia? ¿Cuándo el pueblo frenteamplista vaciló en homenajear a sus
muertos, en reclamar la justicia que se les debe a tantos, en
proseguir hasta el final  la búsqueda de la verdad ? ¿En que ocasión
el Frente Amplio y sus militantes intentaron ocultar o encubrir los
crímenes del terror de Estado? ¿Quién podría pretender que la
afirmación de la libertad y de la democracia en el Uruguay debería
consolidarse en el disimulo, en el engaño, en un escondite leguleyo y
perverso, o en las guaridas de los cuarteles?
La verdad trágica de la lucha del pueblo uruguayo contra el terror de
Estado  militar es lo que nunca podrá desaparecer. En vano pretenderán
los esbirros ocultarse, disfrazarse, esconderse, disimularse. La
verdad del sufrimiento de las víctimas y los combatientes está por
ahora guardada, resguardada en la memoria de muchos. Pero sólo será un
recuerdo inolvidable de la Nación, una auténtica “con-memoración” de
la comunidad, cuando la justicia construya y esclarezca su verdad
definitiva. Así se hará memoria para siempre presente en el destino de
los uruguayos. Aquí se despierta la terrible alarma : la noche de la
prescripción de los crímenes amenaza no sólo a las víctimas y a los
desaparecidos, no sólo a quienes los asesinaron y  e hicieron
desaparecer. La noche del olvido no los encubrirá sólo a ellos :
también a todos aquellos que permitan, que acepten que la actividad de
recordar, de descubrir, de no olvidar se empobrezca, se debilite,
naufrague y sucumba. La noche del olvido amenaza esencialmente la
memoria histórica del pueblo uruguayo : si triunfara, se llevaría para
siempre en ella y su tiniebla una parte irrecuperable de su vida y de
su identidad misma.
¿Cómo salir de esta repugnante ratonera, como  desarmar el ardid
diabólico, la trampa y la celada artera en la que podría quedar
atrapado el pueblo frenteamplista y con él lo más auténtico de la
historia reciente de Uruguay?  Sólo la alarma popular, sólo una nueva
y admirable alarma pueda salvar del oprobio irremediable. Ya no son
suficientes los artilugios jurídicos (anular, abolir, declarar
inexistente), ya no son suficientes otras medidas como la prolongación
legal de lo imprescreptible : sólo imaginar esta posibilidad estremece
las entrañas.  Lo que está en juego es lo esencial : la vida misma del
presente y de la esperanza frenteamplista. La amnistía y el olvido de
los crímenes de lesa humanidad, la herirían de muerte. La derrota de
los desaparecidos ante sus verdugos, sería la derrota del Frente
Amplio ante la justicia y la verdad, ante a la historia.
La “terrible alarma“ : no  a la impunidad.

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