Memória – Cuba e a saída de Fidel (2008)
Texto: IELA
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Orlando Fals Borda: Héroe cultural*
Por: Ricardo Sánchez Ángel[1]
El sociólogo Aníbal Quijano me decía recientemente en Lima, al hablar de la trayectoria vital de Orlando, que para él, la mejor aproximación a una definición de nuestro compañero y maestro es la de héroe cultural.
Para estos dos revolucionarios de Nuestra América, Fals Borda y Quijano, la historia y sus lenguajes tienen significados muy arraigados en tradiciones culturales propias y en elaboraciones intelectuales muy precisas. Y constituyen el logro de largas y decantadas experiencias, estudios, investigaciones, reveses y una constante “paciente impaciencia”, al servicio de la más noble de las causas humanas, la de la verdadera dignidad, mediante la emancipación social y libertaria.
He reflexionado sobre el sentido de esta denominación de héroe cultural en Orlando y me parece merecida y ajustada a su acción ejemplar. Quiero explicarme. En reciente oportunidad en la Revista Aquelarre, escribí que la actitud intelectual y vital de Fals Borda se inspira en la tradición del Amauta, en forma creativa y con potencia emancipadora para los intereses de la unidad de los pueblos de Nuestra América. Representa el más consecuente continuador del Amauta en nuestro medio.
En las reflexiones académicas sobre el pensamiento y la obra investigativa de Orlando se ha enfatizado con razón su sólida formación en los grandes maestros de la sociología anglosajona y europea. En su rica y minuciosa experiencia en la práctica con comunidades rurales, en su conocimiento y escrutinio permanente de la historia nacional en sus distintos aspectos. En su lealtad a la democracia local y regional, en su decisivo papel en la fundación de la sociología moderna en Colombia y su irradiación hacia América latina, que lo han colocado en lugar de primer orden en el pensamiento del continente, y en su influencia en la elaboración de la Constitución de 1991.
Se ha insistido menos en la influencia de Marx, Lenin y los populistas en sus estudios agrarios, en su mirada crítica sobre el capitalismo y la necesidad de superarlo. Fals Borda hace parte de una pléyade de pensadores latinoamericanos que irrumpieron con ímpetu y seriedad en las reformulaciones sobre los problemas y los rumbos a seguir en nuestros países. Recuerdo unos pocos: Florestán Fernándes, Celso Furtado, Aníbal Quijano, Pablo González Casanova, Fernando Henrique Cardoso. Una generación que tiene al frente la tempestad liberadora de Cuba.
Escrito esto, digo que la influencia de Mariátegui y el socialismo Indoamericano está en el centro de la etapa más fructífera y de madurez del pensamiento de Orlando, y de manera notable la inmensa creación literaria de José María Arguedas con sus ríos profundos.
Cuando Aníbal Quijano menciona lo de héroe cultural, hay que entenderlo en clave de Mariátegui, porque está dicho por el mejor mariateguiano del Perú y el continente. El legado y la acción vital de Orlando, tiene inspiración en este fragmento del editorial del Amauta en 1928: “No queremos, ciertamente, que el socialismo sea en América ni calco ni copia. Debe ser creación heroica. Tenemos que dar vida, con nuestra propia realidad, en nuestro propio lenguaje, al socialismo indoamericano. He ahí una misión digna de una generación nueva.”[2]
El legado de Orlando está anclado en nuestras tradiciones culturales más arraigadas, superando como lo escribió en su prólogo a la monografía clásica de Jorge Zalamea sobre el Departamento de Nariño y la Carta a la juventud colombiana: “… el cerrado marco funcionalista en el que me había formado en el exterior.”[3]
II. El espíritu fáustico
Nuestro maestro colombiano enfrentó con dedicación la formulación de su propia visión del conocimiento en nuestro medio en los años sesenta en sus estudios de Ciencia propia y colonialismo intelectual[4], y no ha cesado de reflexionar, experimentar, corregir, reformular sus propuestas que han encontrado una recepción importante en distintos círculos populares e intelectuales de América y el mundo, con la conocida formulación de la Investigación Acción Participativa – IAP. El simposio mundial de Cartagena, reunido en dos volúmenes con el título: Crítica y política en ciencias sociales. El debate teoría y práctica[5], formalizó su importancia y llamó la atención sobre esta experiencia de la praxis. Desde entonces, Orlando no ha cesado su empeño hasta las formulaciones actuales del Kaziyadu, que en lengua Uitoto significa amanecer, despertar.
Orlando ha vivido y obrado con estos temas como si fuera Fausto en el trópico, traduciendo del griego el evangelio de San Juan que resuelve la contradicción que aparece como antinomia:
Está escrito: En un principio existía el Verbo (59). Ya aquí tengo que pararme. ¿Quién me ayudará para ir más lejos? (60). Es del todo imposible que pueda dar tanto valor a la palabra Verbo; es preciso que lo traduzca de otro modo, si el espíritu me ilumina. Está escrito: En un principio existía el espíritu. Reflexionemos bien sobre esta primera línea, y no permitamos que nuestra pluma se apresure. Es indudable que el espíritu lo hace y lo dispone todo, por lo tanto debería decir: En un principio existía la fuerza. Y sin embargo, al escribir esto, siento en mi algo que me dice no ser su verdadero sentido. Por fin, parece venir el espíritu en mi auxilio. Ya empiezo a ver más claro, y escribo con mano firme: En un principio existía la acción.[6]
Y la síntesis de Mefistófeles: “Mi buen amigo, toda teoría es en sí tan árida como verde y lozano es el árbol de la vida.”[7]
III. La subversión
En 1967 Orlando Fals Borda publica su investigación La subversión en Colombia. El cambio social en la historia. Había dirigido la elaboración de los dos volúmenes sobre La violencia en Colombia, en compañía de monseñor Germán Guzmán Campos y Eduardo Umaña Luna, que tanta importancia ha tenido en los estudios sociales e históricos, aquí como en el exterior, y que contribuyó, lo sigue haciendo a la toma de conciencia política sobre la tragedia nacional. Por ello sus autores fueron satanizados y calumniados por los sectores más duros de la derecha reaccionaria. Y el frescor de esta obra ha permitido numerosas reediciones. Orlando desarrolló esta labor paralela a la docencia, desempeñándose como decano de la Facultad de Sociología de la Universidad Nacional.
A su salida de la institución, en 1967, auspiciada por sectarios de distinto espectro, algo que nunca debió ocurrir, Orlando tenía su nueva investigación en borradores que ese mismo año culminó en la Universidad de Wisconsin. Hace cuarenta y un años se publicó la primera edición de La subversión en Colombia, y hoy la cuarta, con un prólogo y un epílogo que sitúan la obra en una perspectiva de actualidad. Los capítulos históricos están tal como el autor los concibió entonces y el sentido profundo y radical de la obra mantiene su vigencia. Tiene razón cuando nos dice que se conmovió al leerla de nuevo “no tanto por el método de análisis cuanto por los horizontes que proyectaba. Era ortodoxia con profecía. Y caí en la idea de reeditar.”[8]
Los capítulos históricos sirvieron de orientación para la realización tanto de su obra más renovadora, La historia doble de la costa, como de sus estudios sobre la democracia regional, la propuesta de una Nueva República y el Socialismo Raizal.
Quiero resaltar aspectos centrales de la obra que nos convoca: el concepto de subversión es asumido de manera erudita en la tradición de la cultura de Occidente, mostrando sus usos como artefacto para proteger privilegios y estigmatizar los herejes y propiciadores del cambio. Recuerda el sentido que tenía en la lengua Chibcha para señalar a los caciques cristianizados y cooptados que contribuyeron, subvirtiendo el antiguo orden de los pueblos originales, a su destrucción y a la implantación de la sociedad hispano colonial.
Haciendo uso de la dialéctica, el autor señala que los “antisociales resultan ser otros: son los que defienden un orden injusto, creyendo que es justo solo porque es tradicional.”[9] Se trata de liberar a la idea de la subversión de su connotación de inmoralidad,
…frente a la evidencia histórica que demuestra que la subversión puede ser moral, plantea un problema para la epistemología… En el presente caso, la idea sociológica de subversión debe ofrecer la posibilidad de analizar situaciones reales de conflicto social y de transición entre una forma de vida y otra, reconociendo que en ambas pueden existir conjuntos normativos y morales autónomos de relativa aceptación, eliminando del concepto su ingrediente tradicional de inmoralidad.[10]
Recuperar el sentido de esta noción en la vida real y en la dimensión política.
El autor reclama la importancia de concretar lo que se entiende por transición entre un orden y otro y el estatuto de la Utopía.
Este libro está escrito por un erudito que despliega sus saberes para acercarnos a la realidad que se quiere analizar y cambiar. De la mano de los teóricos de la utopía, Mannhein (1941) Ideología y utopia y Die revolution del ácrata Gustav Landauen (1919) Orlando distingue entre la utopía como fuerza que busca la totalidad y la que se logra, que es parcial o relativa. Da esta definición:
…estimulantes ideas que aguijonean la acción para llegar a una ‘tierra prometida’, pero que al fin se condicionan o decantan por la realidad ambiente, dejando residuos en la historia con improntas de las tensiones producidas… Para el análisis sociológico de la historia colombiana el concepto de utopía se ha encontrado útil y revelador.[11]
Tres grandes procesos de transición operaron en la historia nacional con propósitos utópicos: 1) La empresa de la colonia con su cruz y su espada, que destruyó significativamente el modo de vida existente de los pueblos originarios; La transición liberal-democrática que en parte era una reacción contra la utopía pretérita, superando parcialmente la herencia colonial; 3) La transición socialista que en forma más visible aparece en Colombia desde 1925.
En la aplicación de estos criterios al campo de la revolución como un acto colectivo de fuerza en condiciones propicias el autor señala como dos casos de revolución el de los artesanos y las democráticas entre 1853 y 1854 y el del 9 de abril de 1948. Ambas se frustraron en sus aspiraciones pero lograron impactar el proceso histórico.
Sólo he seleccionado dos conceptos de gran utilidad: el de la utopía y el de subversión, para mostrar las profundidades en que discurre el metarrelato de La Subversión en Colombia. Que se concibe como el análisis sociológico de la historia de Colombia. Nótese la combinación de dos disciplinas: sociología e historia, que son los modelos o rieles sobre los cuales se adelanta la investigación. Orlando Fals Borda es innovador pero se reconoce como continuador y explicita sus antecedentes. Al referirse a las crisis más destacadas en el orden tradicional recurre a la propuesta de Luis López de Mesa en el Escrutinio sociológico de la historia colombiana (1956), donde se ubican seis crisis: 1) La crisis de la cultura de San Agustín, de gran esplendor; 2) La destrucción Muisca-Chibcha en la conquista; 3) La decapitación de la intelectualidad criolla durante la reconquista española; 4) La disolución de la Gran Colombia; 5) El fraccionamiento nacional en el siglo XIX; 6) La violencia desde 1948.
Asumiendo su propia perspectiva nuestro maestro reelabora los contenidos de estos hitos, en especial “la que se gana desde la perspectiva y posición del pueblo mismo. Una vez que se traducen los hechos históricos a movimientos de participación de masas.”[12] Lo que hoy se llama una historia de las clases subalternas o desde abajo. Lo cual lleva a establecer nuevos criterios de valoración en la historia. Escribe Orlando: “Dentro de esta concepción popular de la historia, adquieren mucho más importancia los hechos de la dictadura de José María Melo, por ejemplo, que la libido imperandi de Rafael Núñez, la compulsión religiosa de Miguel Antonio Caro o el escepticismo de José Manuel Marroquín.”[13]
En su periodización histórica Orlando ubica una relación entre orden y subversión moral: 1) La de la conquista; 2) La liberal; 3) La socialista y social burguesa; 4) La neosocialista que anticipa el quinto orden que estaría en desarrollo.
Tengo para mí, que en la decisión de realizar este libro, el autor tuvo el impulso de explicar la importancia del pensamiento y la acción política del querido sacerdote, sociólogo y fundador del Frente Unido del Pueblo Camilo Torres Restrepo. En La subversión en Colombia, hay dos capítulos medulares sobre la praxis camilista, con quien Orlando compartió una amistad personal, académica y política.
La lectura de estos capítulos resulta provechosa para comprender las claves que explican la trayectoria por la unidad de las izquierdas, los movimientos sociales y la clase trabajadora. Orlando, como Eduardo Umaña y monseñor Guzmán dedicaron su vida a mantener viva en la juventud la memoria de Camilo Torres, siendo leales a su colegaje académico y a sus convicciones más íntimas. Dice nuestro autor:
Al momento crítico de la campaña presidencial de 1965 la generación de la Violencia encuentra un campeón en un sacerdote católico, sociólogo, influenciado por el ambiente ecuménico de la Europa Occidental y cuyo mensaje y ejemplo se hacía más vibrante cada día: El padre Camilo Torres Restrepo, creador del aparato político “pluralista” del Frente Unido, que expresa una propia utopía inicial. Esta utopía tiene ingredientes nuevos, como aquellos derivados de convicciones religiosas y del examen de la realidad de las revoluciones latinoamericanas contemporáneas. Pero en el fondo es una reiteración de ideales socialistas, en respuesta al impulso del cambio secular-instrumental del pueblo y de la época. Así entendida, la utopía pluralista del padre Torres ha tenido eco no sólo nacional sino internacional.[14]
Así las cosas, Camilo Torres es el iniciador de la cuarta subversión en Colombia, la neosocialista.
Orlando ha explicado que el Frente Unido dejó una lección de unidad, y Camilo, un ejemplo de lucha que ha ido germinando en distintas experiencias unitarias, de nuevas antiélites y que son fuente nutricia en la actual experiencia del Polo Democrático Alternativo.
La idea pluralista cristiana y política de Camilo resulta compleja, y por ello, de una riqueza conceptual y práctica. Sobre ello, de manera atenta se detiene Orlando para establecer, a manera de conclusión sencilla, que el neosocialismo se construye en Camilo sobre dos conceptos sociológicos centrales: “…el de la dignidad, basada en los valores existenciales del Humanismo contemporáneo, y el de la “contraviolencia”, o rebelión justa, que se apoya en la Moralidad Telética.”[15]
La responsabilidad de la violencia es de las clases dirigentes que han mantenido un régimen oligárquico burgués y una política de sangre y fuego sobre indígenas, campesinos, estudiantes y trabajadores, ante la cual surge la necesidad de resistir, ejerciendo la contraviolencia. Orlando recuerda esta frase de Camilo: “La revolución puede ser pacífica si las minorías no hacen resistencia violenta.”[16]
El balance hecho por Fals Borda, está signado por la inmediatez de los sucesos de época, cuyo desenlace fatal fue la muerte de Camilo Torres en un combate militar. El análisis resulta luminoso, delicado, correcto. Sin embargo, quiero respetuosamente glosar al maestro. La vinculación de Camilo al ELN, y de los líderes como Jaime Arenas, Armando Correa, Víctor Medina, Julio César Cortés, resultó un infortunio, una colosal equivocación política de Camilo, independientemente de sus convicciones más profundas sobre el sacrificio heroico. Los jóvenes que lo acompañaron, terminaron asesinados por la guerrilla, y Camilo, que era un gran líder moral, estúpidamente sacrificado. Es mi convicción que, el mejor homenaje que el ELN debe a la memoria de Camilo Torres, es el de sumarse a la lucha democrática contra el capitalismo histórico en un proceso de paz.
Como lo ha dicho en varias oportunidades Carlos Gaviria, el Polo tiene las puertas abiertas a los revolucionarios, que sin armas, quieran luchar por la Colombia emancipada. Necesitamos de sus aportes para enfrentar el gobierno del Burundún Burundá. En este libro se reitera la necesidad de rebeldes y herejes para trabajar por la paz y la transformación sociopolítica y económico-social.
El libro tiene un plato fuerte: el autor actualiza su análisis, trazando en grandes líneas la dinámica política de 1965 hasta el presente, y centrando su escrutinio en la dialéctica del orden social burgués, con el régimen uribista y la alternativa de cambio en gestación. El plato es suculento por la calidad de los condimentos, todos tropicales, la sazón y la abundancia. Quien lea este epílogo estará mejor calificado para comprender y luchar por superar el gobierno y el régimen actual.
Algunos asertos de Orlando: El actual gobierno es guerrerista, “tiene gran peso el belicismo, el armamentismo, las Fuerzas armadas, los guerrilleros, los paramilitares, el narcotráfico y las mafias…”[17] de la violencia” se puede transitar hacia la reconstrucción del país. Esta utopía es realizable dado el clímax, la saturación de guerra y mafia que vivimos. Dice el autor: “…el desarrollismo asumió entonces su papel beligerante en la forma más salvaje del neoliberalismo capitalista.”[18] Lo cual permite que se establezca el campo de realidades materiales sobre el que discurre la descomposición y las violencias político-sociales permanentes. Es un gobierno que personifica la nueva oligarquía, apoyada en las armas y el narcotráfico.[19] Se da entonces, con la reelección presidencial la socialización del guerrerismo, con su autoritarismo presidencial al mando. Se ha transformado nuestro ethos cultural, pero igual hay síntomas de saturación patológica. Contra la “normalización
Se trata entonces de ejercer la subversión moral, en este período de transición, el de la subversión neosocialista hacia un nuevo orden. Recuperando la herencia de Camilo Torres, la del pluralismo y el neosocialismo.
Para Orlando, es necesario recuperar la rica tradición del socialismo raizal, de los pueblos originarios, de los obreros y artesanos, de los luchadores como María Cano, Gerardo Molina, Antonio García y Gaitán, y de muchos más. Forman parte de nuestro programa de la política, los legados de solidaridad de los indígenas, el libertarismo de los afrodescendientes, la dignidad de los campesinos y comuneros, y la defensa de la autonomía de los patricios y colonos internos. Estos son los verdaderos creadores de la nacionalidad colombiana.[20]
Al destacar lo que suscita el Polo Democrático Alternativo y los cambios que operan en América latina y en los Estados Unidos, Orlando concluye:
…tal es por lo menos la esperanza de quienes desde las izquierdas democráticas radicales en todos estos países, hemos querido sembrar las semillas de la comprensión y de la tolerancia, de la participación y la democracia directa, el mutuo respeto y el respeto por la vida y por la naturaleza, el cariño por nuestros ancestros y la recuperación de la historia olvidada de los pueblos. Porque para nosotros ser de izquierda significa comprender y amar.[21]
Muchas gracias Orlando por tu obra y tu magisterio.
* Lectura en el Auditorio Jorge Enrique Molina de la Universidad Central, con la presencia de Orlando Fals Borda, Piedad Córdoba, Carlos Gaviria Díaz, César Osorio y Guillermo Páramo, con motivo de la Cuarta edición actualizad de La subversión en Colombia. El cambio social en la historia. Bogotá : FICA – CEPA, 2008.
[1] Profesor Asociado Universidad Nacional de Colombia, Profesor Titular Universidad Externado. Abogado, Magíster en Filosofía, Doctor en Historia.
[2] Mariátegui, José Carlos. Ideología y política. En : Mariátegui total. Lima : Amauta, 1994, Tomo I, p. 261.
[3] Fals Borda, Orlando. Hacia el socialismo raizal y otros escritos. Bogotá : Desde Abajo, 2007, p. 145.
[4] Bogotá : Editorial Nuestro Tiempo, 1970.
[5] Realizado entre el 18 y el 24 de abril de 1977. Bogotá : Editorial Punta de Lanza, 1978.
[6] Goethe, Johann Wolfgang. Fausto. Barcelona : Joaquín Gil, 1946, p. 39.
[7] Ibídem., p. 55.
[8] Fals Borda, Orlando. La subversión en Colombia. El cambio social en la historia. Bogotá : FICA – CEPA, 2008. Prólogo, p. 7.
[9] Ibídem., p. 131.
[10] Ibíd.
[11] Ibíd., p. 25
[12] Ibíd., p. 54
[13] Ibíd., p. 55
[14] Ibíd., p. 206.
[15] Ibíd., p. 211
[16] Ibíd., p. 213.
[17] Ibíd., p. 250.
[18] Ibíd., p. 255.
[19] Ibíd., p. 261.
[20] Ibíd., p. 271.
[21] Ibíd., p. 277.
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