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Haití: la lucha titánica de un coloso muchas veces olvidado

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Por IELA em 06 de março de 2020

Haití: la lucha titánica de un coloso muchas veces olvidado

Haiti: manifestações massivas contra o governo

La crisis sociopolítica y económica que hoy castiga a Haití, solo se resolverá con el fin de la ocupación extranjera, disfrazada de misiones civiles de ayuda a la justicia y estabilización del país.
Hace realmente muy poco que en gran parte de América Latina, se fue conformando un panorama político y social muy convulso y que se expresaba en algunos lugares, como manifestaciones muy próximas a verdaderas insurrecciones populares, que los principales medios de comunicación solo describían o visibilizaban, según sus intereses corporativos y de libre empresa. Había rechazos generalizados y expresiones de indignación social a políticas en contra de los ciudadanos, a injustas modificaciones a políticas educativas, a las normas sobre pensiones de los trabajadores, a la revelación de escandalosos actos de corrupción y a la creciente y obscena impunidad que los mismos gozan en todos los países sin excepción.
Uno de estos países donde los medios de comunicación hegemónicos se esfuerzan por invisibilizarlo en su actual drama social y político, es Haití. Esta nación, primera en sacudirse los lazos coloniales en enero de 1804 con un levantamiento de esclavos, protagoniza desde hace más de un año, movilizaciones populares en contra de las políticas del presidente Jovenel Moïse, principal responsable de la crisis extrema que allí se vive, con una impresionante miseria y un país donde impera una ocupación militar que comenzó primero con MINUSTAH (Misión de Estabilización de las Naciones Unidas en Haití), después con la Misión de las Naciones Unidas de apoyo a la Justicia en Haití, MINUJUSTH y ahora con la BINUH (Oficina Integrada de las Naciones Unidas en Haití). En las principales ciudades haitianas se han producido protestas masivas de la población, que son enfrentadas por el gobierno con detenciones arbitrarias, persecuciones, heridos y muertos.
Las demostraciones de la población se han recrudecido, no solo ante las evidencias de una economía virtualmente quebrada, con un desempleo que ronda el 70% y un excesivo costo de combustibles, transporte y alimentos; sino también ante las graves acusaciones de corrupción y malversación de fondos públicos provenientes de PETROCARIBE, donde se señalan directamente al Presidente y a otros altos funcionarios de su gobierno. Por eso hay allí un pueblo entero en las calles exigiendo la renuncia del corrupto presidente, la anulación de los acuerdos con el FMI, el fin de las tropas de ocupación disfrazadas de “misiones humanitarias” y de las bandas parapoliciales, así como el establecimiento de un gobierno provisional salido de las fuerzas políticas y sociales haitianas.
La tragedia que hoy vive el pueblo haitiano, que empezara con la abusiva indemnización que la Francia de la “libertad, igualdad y fraternidad”, exigió para reconocer la independencia que este país lograra al cabo de doce años de cruenta guerra civil, consistente en 150 millones de francos (cifra que solo se pudo pagar más de un siglo después) y un arancel que rondaba el 50% de reducción a las importaciones francesas, misma que continuara con invasiones estadounidenses y con las sanguinarias dictaduras duvalieristas  de “Papa Doc” y “Baby Doc”, que durante casi tres décadas, segaron la vida a más de 60,000 haitianos, privando a esta noble nación mediante el robo más ruin, de miles de millones de dólares.
Para agravar esta desventura, se le impusieron a Haití políticas comerciales e injerencistas dirigidas a desmantelar sus sectores agrícolas y productivos, fomentando así su dependencia de las importaciones y de “ayudas” de organizaciones internacionales y gobiernos supuestamente amigos.  Más tarde, el terremoto del 12 de enero del 2010, de magnitud 7.3 en la escala de Ritcher, que cobró la vida a más de 300,000 personas, junto a prolongadas e intensas sequías y al paso de los huracanes Sandy e Isaac (2012), Matthew (2016) e Irma (2017), han convertido a este país en el más pobre de América Latina, con un PIB per cápita de tan solo 893.97 dólares, según datos del 2019 del FMI. Este es el mismo FMI que a mediados del 2018, para concederle un préstamo de 100 millones de dólares al gobierno haitiano, le exigía recortes sustanciales a los subsidios que otorgaba al combustible y una política más agresiva para aumentar la recaudación de impuestos; medidas que de inmediato pasarían a ser la pólvora que faltaba, para provocar las masivas protestas populares que han tenido lugar en todo el territorio haitiano, demandando la renuncia del Presidente, la prisión para los corruptos y la conformación de un gobierno de transición liderizado por las principales agrupaciones opositoras.
El gobierno de Jovenal Moïse, insensible a los intereses y clamor generalizado de la población, ha apelado a la represión más salvaje y brutal, para tratar de contener a un pueblo cansado de tanto ultraje, injerencismo externo y de tanta pobreza. En un clima de impunidad flagrante de las fuerzas de seguridad, de constantes persecuciones políticas y violación a los derechos humanos, Jovenal Moïse o Banana Man, como se le conoce a este títere de los Estados Unidos y sus multinacionales, por sus poderosos intereses en la exportación de esta fruta desde suelo haitiano, ha dejado un saldo de al menos 50 asesinados y más de un centenar de heridos.
La crisis sociopolítica y económica que hoy castiga a Haití, solo se resolverá con el fin de la ocupación extranjera, disfrazada de misiones civiles de ayuda a la justicia y estabilización del país; con una indemnización y reparación por parte de la ONU, que despilfarró 9,700 millones allí, introduciendo el cólera, aumentando la violencia y la criminalidad, las violaciones sexuales a menores y el frecuente abuso por la fuerza;  en fin, con un compromiso real de contribuir a que esa nación construya su desarrollo, supere la pobreza de su población y reduzca los niveles de desigualdad.
Así como en tiempos de José Martí, exactamente en 1889, la prensa estadounidense a través de una campaña difamatoria contra los cubanos, los tildaba de perezosos, afeminados y cobardes, lo que hizo que el más tarde autor intelectual del asalto al cuartel Moncada, escribiera la histórica “Vindicación de Cuba” y 70 años después de esa funesta ofensa, fuera esta misma Cuba la que iniciara la primera Revolución Socialista en América; así mismo otra isla caribeña, la combativa y  heroica Haití,  la que nos enseñara en esta parte del mundo desde 1804 el camino de la libertad y la independencia y que ser negro y ser libre no era incompatible, la que recibe ahora el ultraje imperial cuando a principios del 2018 Donald Trump, como presidente estadounidense, la califica como un “agujero de mierda”. Pero otra vez, estamos seguros que Haití se levantará bajo la guía del gigante  François Dominique Toussaint-Louverture, como antes lo hizo la Cuba de Martí, para darle al imperio y sus insolencias el castigo que los pueblos les tienen reservado.

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