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Las ciudades en América Latina

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Por IELA em 22 de janeiro de 2021

Las ciudades en América Latina

 

autopistas sin vida

Las ciudades del continente van cambiando, en ritmos diferentes, pero el paisaje se mueve. Da la impresión de ser un hecho natural, inevitable, un destino al que solamente los nostálgicos se resisten, por viejos y luego, sentimentales. Los cambios quedan registrados en el nivel cadastral municipal y el arquitectónico, y en después en el contacto visual, como le dicen los gringos al mirarse a los ojos.
Atrás, en el pasado reciente, van quedando algunas casas formalmente ajenas pero propias también. O la posibilidad de un horizonte. ¿Por qué una avenida caminable,  con algunos árboles y carros estacionados mansamente junto a la vereda, se convierte en una autopista de alta velocidad para negras camionetas 4×4 todas iguales entre sí, que parte un barrio en dos y obliga a elegir de qué lado quedarse a vivir? El argumento es que hay mucho tráfico de carros, y entonces toda la ciudad se diseña para que quepan más. Un círculo vicioso sin semáforos.
Así, la ciudad se diseña de acuerdo a las necesidades de quienes conducen carros (a veces con mentalidad pre-criminal). Y estos, a su vez, se adaptan a un diseño del uso del tiempo y del espacio trazado por la lógica de la ganancia de los negocios inmobiliarios.  La ciudad va siendo reemplazada, calles pasan a ser corredores urbanos, se reducen las veredas para los peatones pues deben compartirse con carros estacionados en diagonal.  Los parques públicos se vuelven museos de arte o clubes privados, practicamente la misma cosa en el nuevo enfoque del mercado de arte, y las playas amanecen como estacionamientos de restaurantes caros de porciones pequeñas.
El metro cuadrado de ciudad vale más, según la importancia o la cercanía al ideal de vivienda. De barrios residenciales donde unicamente se reside, como decía un arquitecto cuyo nombre olvidé, el ideal pasó a barrios donde suceden cosas. La gentrificación de los barrios, no tan grave como la gentrificación de la música popular, pero desafortunada igualmente, invade e igualmente reemplaza, volviendo lo que hay en maquetas de lo que había.
Se pierden cosas en el camino. Las pantallas también reemplazan las sensaciones que uno tenía o ansiaba tener. Como en una profecía autocumplida, las imágenes artificiales, las famosas aplicaciones y los juegos interactivos se han vuelto, por la pandemia, lo que hay.  Hasta el fútbol se parece al Fifa de la Play Station. Hace años, en cualquier ciudad,  alguien mirando por la ventana, sin demasiada curiosidad, tal vez en una tarde de domingo, era toda una actividad . Ya no está más. Ojalá se asomara alguna vez, cuando se pueda desmontar la escenografía de esta temporada.
 

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