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Salvador Allende, un ejemplo que perdura

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Por IELA em 27 de junho de 2008

Salvador Allende, un ejemplo que perdura
Por Fidel Castro – Cuba
27/06/2008 – Nació hace cien años en Valparaíso, al sur de Chile, el 26 de junio de
1908. Su padre, de clase media, abogado y notario, militaba en el Partido
Radical chileno. Cuando yo nací, Allende tenía 18 años. Realiza sus
estudios medios en un liceo de la ciudad natal.
En sus años de estudiante preuniversitario, un viejo anarquista italiano,
Juan Demarchi, lo pone en contacto con los libros de Marx.
Se gradúa como alumno excelente. Le gusta el deporte y lo practica.
Ingresa voluntario al servicio militar en el Regimiento Coraceros de Viña
del Mar. Solicita traslado al Regimiento Lanceros de Tacna, un enclave
chileno en el norte seco y semidesértico, posteriormente devuelto a Perú.
Egresa como oficial de reserva del Ejército. Lo hace ya como hombre de
ideas socialistas y marxistas. No se trataba de un joven blando y sin
carácter. Era como si adivinara que un día combatiría hasta la muerte
defendiendo las convicciones que ya comenzaban a gestarse en su mente.
Decide estudiar la noble carrera de Medicina en la Universidad de Chile.
Organiza un grupo de compañeros que se reúnen periódicamente para leer y
discutir sobre el marxismo. Funda el Grupo Avance en 1929. Es elegido
vicepresidente de la Federación de Estudiantes de Chile en 1930 y
participa activamente en la lucha contra la dictadura de Carlos Ibáñez.
Se había desatado ya la gran depresión económica en Estados Unidos con la
crisis de la Bolsa de Valores que estalló en 1929. Cuba se adentraba en
la lucha contra la tiranía machadista. Mella había sido asesinado. Los
obreros y los estudiantes cubanos se enfrentaban a la represión. Los
comunistas, con Martínez Villena al frente, desataban la huelga general.
“Hace falta una carga para matar bribones, para acabar la obra de las
revoluciones…” —había proclamado en vibrante poema. Guiteras, de
profunda raíz antiimperialista, intenta derrocar la tiranía con las
armas. Cae Machado, que no puede resistir el empuje de la nación, y surge
una revolución que Estados Unidos en pocos meses, con guantes de seda y
mano de hierro, aplasta, y su dominio absoluto perdura hasta 1959.
Durante ese período Salvador Allende, en un país donde la dominación
imperialista se ejercía brutalmente sobre sus trabajadores, su cultura y
sus riquezas naturales, lleva a cabo una lucha consecuente que nunca lo
apartó de su intachable conducta revolucionaria.
En 1933 se gradúa de médico. Participa en la fundación del Partido
Socialista de Chile. Es ya dirigente en 1935 de la Asociación Médica
Chilena. Sufre prisión durante casi medio año. Impulsa el esfuerzo para
crear el Frente Popular, y lo eligen subsecretario general del Partido
Socialista en 1936.
En septiembre de 1939 asume la Cartera de Salubridad en el gobierno del
Frente Popular. Publica un libro suyo sobre medicina social. Organiza la
primera Exposición de la Vivienda. Participa en el año 1941 en la reunión
anual de la Asociación Médica Americana en Estados Unidos. Asciende en
1942 a Secretario General del Partido Socialista de Chile. Vota en el
Senado, en el año 1947, contra la Ley de Defensa Permanente de la
Democracia, conocida como “Ley Maldita” por su carácter represivo.
Asciende en 1949 a Presidente del Colegio Médico.
En 1952 el Frente del Pueblo lo postula para Presidente. Tenía entonces
44 años. Pierde. Presenta en el Senado un proyecto de ley para la
nacionalización del cobre. Viaja a Francia, Italia, Unión Soviética y la
República Popular China en 1954.
Cuatro años después, en 1958, es proclamado candidato a la Presidencia de
la República por el Frente de Acción Popular, constituido por la Unión
Socialista Popular, el Partido Socialista de Chile y el Partido
Comunista. Pierde la elección frente al conservador Jorge Alessandri.
Asiste en 1959 a la toma de posesión como Presidente de Venezuela de
Rómulo Betancourt, considerado hasta entonces una figura revolucionaria
de izquierda.
Viaja ese mismo año a La Habana y se entrevista con el Che y conmigo.
Respalda en 1960 a los mineros del carbón, que paralizan su trabajo
durante más de tres meses.
Denuncia junto al Che en 1961 el carácter demagógico de la Alianza para
el Progreso en la reunión de la OEA que tuvo lugar en Punta del Este,
Uruguay.
Designado de nuevo candidato a la Presidencia, es derrotado en 1964 por
Eduardo Frei Montalva, democratacristiano que contó con todos los
recursos de las clases dominantes y que, según datos revelados en
documentos desclasificados del Senado de Estados Unidos, recibió dinero
de la CIA para apoyar su campaña. En su gobierno, el imperialismo trató
de diseñar lo que se dio en llamar la “Revolución en Libertad”, como
respuesta ideológica a la Revolución Cubana. Lo que engendró fueron los
fundamentos de la tiranía fascista. En esa elección, Allende obtiene, sin
embargo, más de un millón de votos.
Encabeza en 1966 la delegación que asiste a la Conferencia Tricontinental
de La Habana. Visita la Unión Soviética en el Aniversario 50 de la
Revolución de Octubre. El año siguiente, 1968, visita la República
Democrática de Corea, la República Democrática de Viet Nam, donde tiene
la satisfacción de conocer y conversar con el extraordinario dirigente de
ese país, Ho Chi Minh. Incluye en ese mismo recorrido a Camboya y Laos,
en plena efervescencia revolucionaria.
Tras la muerte del Che, acompaña personalmente hasta Tahití a tres
cubanos de la guerrilla en Bolivia, que sobrevivieron a la caída del
Guerrillero Heroico y se encontraban ya en territorio chileno.
La Unidad Popular, coalición política integrada por comunistas,
socialistas, radicales, MAPU, PADENA y Acción Popular Independiente, lo
proclama su candidato el 22 de enero de 1970, y triunfa el 4 de
septiembre en los comicios de ese año.
Es un ejemplo verdaderamente clásico de la lucha por vías pacíficas para
establecer el socialismo.
El gobierno de Estados Unidos, presidido por Richard Nixon, después del
triunfo electoral entra de inmediato en acción. El Comandante en Jefe del
Ejército chileno, general René Schneider, es víctima de un atentado el 22
de octubre y fallece tres días después porque no se plegaba a la demanda
imperialista de un golpe de Estado. Fracasa el intento de impedir la
llegada de la Unidad Popular al gobierno.
Allende asume legalmente con toda dignidad el cargo de Presidente de
Chile el 3 de noviembre de 1970. Comienza desde el gobierno su heroica
batalla por los cambios, enfrentando al fascismo. Tenía ya 62 años de
edad. Me cupo el honor de haber compartido con él 14 años de lucha
antiimperialista desde el triunfo de la Revolución Cubana.
En las elecciones municipales de marzo del año 1971, la Unidad Popular
obtiene mayoría absoluta de los votos con el 50,86 por ciento. El 11 de
julio el presidente Allende promulga la Ley de Nacionalización del Cobre,
una idea que había propuesto al Senado 19 años antes. Fue aprobada en el
Congreso por unanimidad. Nadie se atrevía a objetarla.
En 1972 denuncia en la Asamblea General de las Naciones Unidas la
agresión internacional de que es víctima su país. Es ovacionado de pie
durante largos minutos. Visita ese mismo año la Unión Soviética, México,
Colombia y Cuba.
En 1973, al realizarse las elecciones parlamentarias de marzo, la Unidad
Popular obtiene un 45 por ciento de los votos y aumenta su representación
parlamentaria.
No pueden prosperar las medidas promovidas por los yanquis en las dos
Cámaras para destituir al Presidente.
El imperialismo y la derecha agudizan una lucha sin cuartel contra el
gobierno de la Unidad Popular y desatan el terrorismo en el país.
Le escribí seis cartas confidenciales a mano, con letra pequeñita y una
pluma de punta fina entre los años 1971 y 1973, en las que le abordaba
temas de interés con la mayor discreción.
El 21 de mayo de 1971 le decía:
“…Estamos maravillados de tu extraordinario esfuerzo y tus energías sin
límites para sostener y consolidar el triunfo.
“Desde aquí se puede apreciar que el poder popular gana terreno a pesar
de su difícil y compleja misión.
“Las elecciones del 4 de Abril constituyeron una espléndida y alentadora
victoria.
“Han sido fundamentales tu valor y decisión, tu energía mental y física
para llevar adelante el proceso revolucionario.
“Seguramente les esperan a ustedes grandes y variadas dificultades a
enfrentar en condiciones que no son precisamente ideales, pero una
política justa, apoyada en las masas y aplicada con decisión no puede ser
vencida…”
El 11 de septiembre de 1971, le escribí:
“El portador viaja para tratar contigo los detalles de la visita.
“Inicialmente, considerando un posible vuelo directo en avión de Cubana,
analizamos la conveniencia de aterrizar en Arica e iniciar el recorrido
por el norte. Surgen luego dos cosas nuevas: interés expresado a ti por
Velazco Alvarado de un posible contacto en mi viaje hacia esa;
posibilidad de contar con un avión soviético IL-62 de mayor radio. Esto
último permite, si se quiere, arribar en vuelo directo a Santiago.
“Va un esquema de recorrido y actividades para que tú añadas, suprimas e
introduzcas las modificaciones que estimes pertinente.
“He procurado pensar exclusivamente en lo que pueda ser de interés
político sin preocuparme mucho el ritmo o la intensidad del trabajo, pero
todo en absoluto queda sometido a tus criterios y consideraciones.
“Hemos disfrutado mucho los éxitos extraordinarios de tu viaje a Ecuador,
Colombia y Perú. ¿Cuándo tendremos en Cuba la oportunidad de emular con
ecuatorianos, colombianos y peruanos en el enorme cariño y el calor con
que te recibieron?”
En aquel viaje, cuyo esquema transmití al presidente Allende, salvé
milagrosamente la vida. Recorrí decenas de kilómetros ante una multitud
enorme, situada a lo largo del camino. La Agencia Central de Inteligencia
de Estados Unidos organizó tres acciones para asegurar mi asesinato
durante ese viaje. En una entrevista de prensa anunciada con
anterioridad, había una cámara suministrada por una emisora televisiva de
Venezuela equipada con armas automáticas, manejada por mercenarios
cubanos que con documentos de ese país habían ingresado a Chile. El valor
les falló a los que solo tenían que apretar el gatillo durante el largo
tiempo que duró la entrevista y las cámaras me enfocaron. No querían
correr el riesgo de morir. Me habían perseguido, además, por todo Chile,
donde no me volvieron a tener tan cerca y vulnerable. Sólo pude conocer
los detalles de la cobarde acción años más tarde. Los servicios
especiales de Estados Unidos habían llegado más lejos de lo que podíamos
imaginarnos.
El 4 de febrero de 1972 escribí a Salvador:
“La delegación militar fue recibida con el mayor esmero por todos aquí.
Las Fuerzas Armadas Revolucionarias dedicaron prácticamente todo su
tiempo durante esos días a atenderla. Los encuentros fueron amistosos y
humanos. El programa intenso y variado. Mi impresión es que el viaje ha
sido positivo y útil, que existe la posibilidad y es conveniente seguir
desarrollando estos intercambios.
“Con Ariel hablé sobre la idea de tu viaje. Comprendo perfectamente que
el trabajo intenso y el tono de la contienda política las últimas semanas
no te hayan permitido considerarlo para la fecha aproximada que
mencionamos en esa. Es indudable que no habíamos tomado en cuenta estas
eventualidades. Por mi parte, aquel día, vísperas de mi regreso, cuando
cenábamos ya de madrugada en tu casa, ante la falta de tiempo y la
premura de las horas, me tranquilizaba pensar que relativamente pronto
nos volveríamos a encontrar en Cuba donde íbamos a disponer la
posibilidad de conversar extensamente. Tengo, no obstante, la esperanza
de que puedas tomar en consideración la visita antes de mayo. Menciono
este mes, porque a más tardar, desde mediados del mismo, tengo que
realizar el viaje, ya impostergable, a Argelia, Guinea, Bulgaria, otros
países y la URSS. Esta amplia visita me llevará considerable tiempo.
“Te agradezco mucho las impresiones que me comunicas sobre la situación.
Aquí, cada día más familiarizados, interesados y afectados emotivamente
todos con el proceso chileno, seguimos con gran atención las noticias que
llegan de allá. Ahora podemos comprender mejor el calor y la pasión que
debió suscitar la revolución cubana en los primeros tiempos. Podría
decirse que estamos viviendo nuestra propia experiencia a la inversa.
“En tu carta puedo apreciar la magnífica disposición de ánimo, serenidad
y valor con que estás dispuesto a enfrentar las dificultades. Y eso es
fundamental en cualquier proceso revolucionario, especialmente cuando se
desarrolla en las condiciones sumamente complejas y difíciles de Chile.
Yo regresé con una extraordinaria impresión de la calidad moral, cultural
y humana del Pueblo Chileno y de su notable vocación patriótica y
revolucionaria. A ti te ha correspondido el singular privilegio de ser su
conductor en este momento decisivo de la historia de Chile y de América,
como culminación de toda una vida de lucha, como dijiste en el estadio,
consagrada a la causa de la revolución y el socialismo. Ningún obstáculo
puede ser invencible. Alguien dijo que en una revolución se marcha
adelante con ‘audacia, audacia y más audacia’. Yo estoy convencido de la
profunda verdad que encierra este axioma.”
Le escribí de nuevo al presidente Allende el 6 de septiembre de 1972:
“Con Beatriz te mandé mensaje sobre distintos tópicos. Después que ella
partió y con motivo de las noticias que estuvieron llegando la pasada
semana, decidimos enviar al compañero Osmany para ratificarte nuestra
disposición de colaborar en cualquier sentido, y a la vez tú puedas
comunicarnos a través de él tu apreciación de la situación y tus ideas
con relación al viaje proyectado a esta y otros países. El pretexto del
viaje de Osmany será inspeccionar la Embajada cubana, aunque no se le
dará publicidad alguna. Queremos que su estancia en esa sea muy breve y
discreta.
“Los puntos planteados por ti a través de Beatriz ya se están
cumplimentando…
“Aunque comprendemos las actuales dificultades del proceso chileno,
tenemos la confianza de que ustedes hallarán el modo de vencerlas.
“Puedes contar enteramente con nuestra cooperación. Recibe un saludo
fraternal y revolucionario de todos nosotros.”
El 30 de junio de 1973 enviamos una invitación oficial al presidente
Salvador Allende y a los partidos de la Unidad Popular a la conmemoración
del 20 Aniversario del ataque al Cuartel Moncada.
En carta aparte, le digo:
“Salvador:
“Lo anterior es la invitación oficial, formal, para la conmemoración del
20 Aniversario. Lo formidable sería que tú pudieras dar un salto a Cuba
para esa fecha. Puedes imaginarte lo que significaría eso de alegría,
satisfacción y honor para los cubanos. Sé que eso sin embargo depende más
que nada de tus trabajos y de la situación en esa. Lo dejamos por tanto a
tu consideración.
“Todavía estamos bajo el impacto de la gran victoria revolucionaria del
día 29 y tu brillante papel personal en los acontecimientos. Es natural
que muchas dificultades y obstáculos subsistirán pero estoy seguro de que
esta primera prueba exitosa les dará gran aliento y consolidará la
confianza del pueblo. Internacionalmente se ha dado gran relieve a los
sucesos y se aprecia como un gran triunfo.
“Actuando como lo hiciste el 29, la revolución chilena saldrá victoriosa
de cualquier prueba por dura que sea.
Te reitero que los cubanos estamos a tu lado y que puedes contar con tus
fieles amigos de siempre.”
El 29 de julio de 1973 le envío la última carta:
“Querido Salvador:
“Con el pretexto de discutir contigo cuestiones referentes a la reunión
de países no alineados, Carlos y Piñeiro realizan un viaje a esa. El
objetivo real es informarse contigo sobre la situación y ofrecerte como
siempre nuestra disposición a cooperar frente a las dificultades y
peligros que obstaculizan y amenazan el proceso. La estancia de ellos
será muy breve por cuanto tienen aquí muchas obligaciones pendientes y,
no sin sacrificio de sus trabajos, decidimos que hicieran el viaje.
“Veo que están ahora en la delicada cuestión del diálogo con la D.C. en
medio de acontecimientos graves como el brutal asesinato de tu edecán
naval y la nueva huelga de los dueños de camiones. Imagino por ello la
gran tensión existente y tus deseos de ganar tiempo, mejorar la
correlación de fuerzas para caso de que estalle la lucha y, de ser
posible, hallar un cauce que permita seguir adelante el proceso
revolucionario sin contienda civil, a la vez que salvar tu
responsabilidad histórica por lo que pueda ocurrir. Estos son propósitos
loables. Pero en caso de que la otra parte, cuyas intenciones reales no
estamos en condiciones de valorar desde aquí, se empeñase en una política
pérfida e irresponsable exigiendo un precio imposible de pagar por la
Unidad Popular y la Revolución, lo cual es, incluso, bastante probable,
no olvides por un segundo la formidable fuerza de la clase obrera chilena
y el respaldo enérgico que te ha brindado en todos los momentos
difíciles; ella puede, a tu llamado ante la Revolución en peligro,
paralizar a los golpistas, mantener la adhesión de los vacilantes,
imponer sus condiciones y decidir de una vez, si es preciso, el destino
de Chile. El enemigo debe saber que está apercibida y lista para entrar
en acción. Su fuerza y su combatividad pueden inclinar la balanza en la
capital a tu favor aun cuando otras circunstancias sean desfavorables.
“Tu decisión de defender el proceso con firmeza y con honor hasta el
precio de tu propia vida, que todos te saben capaz de cumplir,
arrastrarán a tu lado a todas las fuerzas capaces de combatir y a todos
los hombres y mujeres dignos de Chile. Tu valor, tu serenidad y tu
audacia en esta hora histórica de tu patria y, sobre todo, tu jefatura
firme, resuelta y heroicamente ejercida, constituyen la clave de la
situación.
“Hazles saber a Carlos y a Manuel en qué podemos cooperar tus leales
amigos cubanos.
“Te reitero el cariño y la ilimitada confianza de nuestro pueblo.”
Esto lo escribí mes y medio antes del golpe. Los emisarios eran Carlos
Rafael Rodríguez y Manuel Piñeiro.
Pinochet había conversado con Carlos Rafael. Le había simulado una
lealtad y firmeza similares a las del general Carlos Prats, Comandante en
Jefe del Ejército durante parte del gobierno de la Unidad Popular, un
militar digno al que la oligarquía y el imperialismo pusieron en total
crisis, que lo obligó a renunciar al mando, y fue más tarde asesinado en
Argentina por los esbirros de la DINA, después del golpe fascista de
1973.
Yo desconfiaba de Pinochet desde que leí los libros de geopolítica que me
obsequió durante mi visita a Chile y observé su estilo, sus declaraciones
y los métodos que como Jefe del Ejército aplicaba cuando las
provocaciones de la derecha obligaban al presidente Allende a decretar el
estado de sitio en Santiago de Chile. Recordaba lo que advirtió Marx en
el 18 Brumario.
Muchos jefes militares del ejército en las regiones y sus estados mayores
querían conversar conmigo dondequiera que llegaba, y mostraron notable
interés por los temas de nuestra guerra de liberación y las experiencias
de la Crisis de Octubre de 1962. Las reuniones duraban horas en las
madrugadas, que era el único tiempo libre para mí. Yo accedía por ayudar
a Allende, inculcándoles la idea de que el socialismo no era enemigo de
los institutos armados. Pinochet, como jefe militar, no fue una
excepción. Allende consideraba útiles estos encuentros.
El 11 de septiembre de 1973 muere heroicamente defendiendo el Palacio de
La Moneda. Combatió como un león hasta el último aliento.
Los revolucionarios que resistieron allí la embestida fascista contaron
cosas fabulosas sobre los momentos finales. Las versiones no siempre
coincidían, porque luchaban desde diferentes puntos de Palacio. Además,
algunos de sus más cercanos colaboradores murieron, o fueron asesinados
después del duro y desigual combate.
La diferencia de los testimonios consistía en que unos afirmaban que los
últimos disparos los hizo contra sí mismo para no caer prisionero, y
otros que su muerte sobrevino por fuego enemigo. El Palacio ardía atacado
por tanques y aviones para consumar un golpe que consideraban trámite
fácil y sin resistencia. No hay contradicción alguna entre ambas formas
de cumplir el deber. En nuestras guerras de independencia hubo más de un
ejemplo de combatientes ilustres que, cuando ya no había defensa posible,
se privaron de la vida antes de caer prisioneros.
Hay mucho que decir todavía sobre lo que estuvimos dispuestos a hacer por
Allende, algunos lo han escrito. No es el objetivo de estas líneas.
Hoy se cumple un siglo de su nacimiento. Su ejemplo perdurará.
Fidel Castro Ruz
Junio 26 de 2008

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