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“The Obama regime”

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Por IELA em 15 de janeiro de 2015

“The Obama regime”

“The Obama regime”
Por Atilio A. Boron

20/09/2013.- Es una práctica profundamente arraigada quelos gobiernos opuestos a la dominación norteamericana seanrutinariamente caracterizados como “regímenes” por los grandes medios decomunicación del imperio, los intelectuales colonizados de la periferiay aquellos que el gran dramaturgo español Alfonso Sastre hamagistralmente calificado como “intelectuales bienpensantes.” La palabra“régimen” adquirió en la ciencia política una connotación profundamentenegativa, misma que no estaba presente en su formulación original. Hastamediados del siglo veinte se hablaba del “régimen feudal”, de un“régimen monárquico”, o de un “régimen democrático” para aludir alconjunto de leyes, instituciones y tradiciones políticas y culturalesque caracterizaban a un sistema político. Pero con la Guerra Fría y,después, con la contrarrevolución neoconservadora, el vocablo mudócompletamente su significado. En su uso actual la palabra es empleadapara estigmatizar a gobiernos o estados que no se arrodillan ante losdictados de Washington, a los cuáles por eso mismo se los descalificacomo autoritarios y, en no pocos casos, como sangrientas tiranías.
No obstante, una mirada sobria en relación a este asunto comprobaría laexistencia de estados inocultablemente despóticos que, sin embargo, losvoceros de la derecha y el imperialismo jamás calificarían como“regímenes”. En la coyuntura actual proliferan los analistas operiodistas (inclusive algunos “progres”, un tanto distraídos) queparecerían no tener mayor inconveniente en aceptar el uso del lenguajeestablecido por el imperio. El gobierno sirio es el “régimen de BasherAl Assad”; y la misma descalificación se utiliza a la hora de hablar delos países bolivarianos. En Venezuela lo que hay es un “régimenchavista”; en Ecuador es el “régimen de Correa” y Bolivia se encuentrasometida a los caprichos del “régimen de Evo Morales.” El hecho de queen estos tres países se hayan desarrollado instituciones y formas deprotagonismo popular y funcionamiento democrático superiores a lasexistentes en los Estados Unidos y la gran mayoría de los países delcapitalismo desarrollado es olímpicamente ignorado. No son amigos de losEstados Unidos y, por lo tanto, su sistema político es un “régimen.”
El doble rasero que se aplica en estos casos queda en evidencia cuandose observa que las infames monarquías petroleras del golfo, mucho másdespóticas y brutales que el “régimen” sirio jamás son estigmatizadascon la palabrita en cuestión. Se habla, por ejemplo, del gobierno deAbdullah bin Abdul Aziz pero nunca del “régimen” saudita, a pesar de queen este país no existe parlamento sino una mera “Asamblea Consultiva”cuyos miembros son designados por el monarca entre sus parientes yamigos; los partidos políticos están explícitamente prohibidos y elgobierno es ejercido por una dinastía que se perpetúa en el poder desdehace décadas. Exactamente lo mismo ocurre con Qatar pese a lo cual nipor asomo el New York Times o los medios hegemónicos de América Latina yel Caribe se les ocurre hablar del “régimen saudita” o el “régimencatarí.” Siria, en cambio, es un “régimen”, pese a que es un estadolaico en el cual hasta hace poco tiempo convivieron diversas religiones,existen partidos políticos legalmente reconocidos y hay un congresounicameral con representación de la oposición. Pero nadie le quita elsambenito de “régimen”. En otras palabras: un gobierno amigo, aliado ocliente de Estados Unidos, por más opresivo o violador de los derechoshumanos que sea, nunca va a ser caracterizado como un “régimen” por elaparato de propaganda del sistema. En cambio, gobiernos como los deIrán, Cuba, Venezuela, Bolivia, Nicaragua, Ecuador y varios más soninvariablemente caracterizados de esa manera.[1]
Para comprobar de modo aún más rotundo la tergiversación ideológica quesubyace a estas caracterizaciones de los sistemas políticos basta conrecordar la forma en que los publicistas de la derecha tipifican algobierno de Estados Unidos, considerado como el “non plus ultra” de larealización democrática. Esto a pesar de que hace poco el ex presidenteJames Carter dijo que su país “no tiene una democracia que funcione.” Loque hay, en realidad, es un estado policial, muy hábilmente disimulado,que ejerce una permanente e ilegal vigilancia sobre la propia ciudadaníay que lo más importante que ha hecho en los últimos treinta años ha sidopermitir que el 1 % de la población se enriquezca como nunca antes, acosta del estancamiento en los ingresos percibidos por el 90 % de lapoblación. En la misma línea crítica de la “democracia” estadounidense(en realidad, una cínica plutocracia) se encuentra la tesis del granfilósofo político Sheldon Wolin, quien ha caracterizado al régimenpolítico imperante en su país como “un totalitarismo invertido”. Segúneste autor, “el totalitarismo invertido … es un fenómeno que …representafundamentalmente la madurez política del poder corporativo y ladesmovilización política de la ciudadanía.” [2] En otras palabras, laconsolidación de la dominación burguesa en manos de los grandesoligopolios y la desactivación política de las masas, estimulando laapatía política, el abandono de –y el desdén por- la vida pública y lafuga privatista hacia un consumismo desorbitado sólo sostenido por unaún más desenfrenado endeudamiento. El resultado: un “régimen”totalitario de nuevo tipo. Una peculiar “democracia”, en suma, sinciudadanos ni instituciones, y en la cual el abrumador peso del“establishment” vacía de todo contenido al discurso y a lasinstituciones de la democracia, convertidas por eso mismo en una muecasin gusto y sin gracia y absolutamente incapaces de garantizar lasoberanía popular. O de hacer realidad la vieja fórmula de AbrahamLincoln cuando definió a la democracia como “gobierno del pueblo, por elpueblo y para el pueblo.”
Producto de esta gigantesca operación de falsificación del lenguaje, elestado norteamericano es concebido como una “administración”, es decir,una organización que en función de reglas y normas claramenteestablecidas gestiona la cosa pública con transparencia, imparcialidad yapego al mandato de la ley. En realidad, tal como lo asegura NoamChomsky, nada de ello es verdad. Estados Unidos es un “estado canalla”,que viola como ningún otro la legalidad internacional y lo mismo hacecon algunas de los más importantes derechos y leyes del país. Así lodemuestran, para el caso doméstico, las revelaciones sobre el espionajeque la NSA y otras agencias han venido haciendo en contra del propiopueblo de Estados Unidos, para no hablar de atropellos aún peores comolos que se producen a diario en la infame cárcel de Guantánamo o lapersistente lacra del racismo. (3) Propongo, por lo tanto, que abramosun nuevo frente de lucha ideológica y que de ahora en más comencemos ahablar del “régimen de Obama”, o el “régimen de la Casa Blanca” cada vezque tengamos que referirnos al gobierno de Estados Unidos. Será un actode estricta justicia, que además mejorará nuestra capacidad de análisisy contribuirá a higienizar el lenguaje de la política, ensuciado ybastardeado por la industria cultural del imperio y su inagotablefábrica de mentiras.
– Dr. Atilio A. Boron es Director del Programa Latinoamericano deEducación a Distancia en Ciencias Sociales (PLED)
[1] Conviene recordar que esta dualidad de criterios morales tiene unalarga historia en Estados Unidos. Es célebre la anécdota que narra larespuesta del presidente Franklin D. Roosevelt ante algunos miembros delpartido demócrata horrorizados por las brutales políticas represivas deAnastasio Somoza en Nicaragua. FDR se limitó a escucharlos y decirles:“sí, es un hijo de puta. Pero es ‘nuestro’ hijo de puta.” Lo mismopodría decirse de los monarcas de Saudiarabia y Qatar, entre otros.Ocurre que Basher Al Assad no es su hijo de puta. De ahí lacaracterización como “régimen” de su gobierno.
[2] Cf. Su Democracia Sociedad Anónima (Buenos Aires: Katz Editores,2008) p. 3.
[3] Para un examen de la sistemática violación de los derechos humanospor parte del gobierno de Estados Unidos, o del “régimen”norteamericano, ver: Atilio A. Boron y Andrea Vlahusic, “El lado oscurodel imperio. La violación de los derechos humanos por Estados Unidos”(Buenos Aires: Ediciones Luxemburg, 2009)

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