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AMLO en el Zenit del Poder

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Por IELA em 28 de setembro de 2021

AMLO en el Zenit del Poder

1. Estabilidad azteca hasta 2024
El presidente mexicano Andrés Manuel López Obrador se encuentra en su mayor momento de poder nacional e internacional, desde que asumió la máxima investidura del país, en 2018. La implicación para el futuro es, que salvo que suceda algo imprevisible, lo que siempre es posible en el mundo parcialmente caótico que vivimos, López Obrador será el presidente constitucional de México hasta el año 2024. Y escogerá, por supuesto, a un sucesor que continue el proyecto de modernización bautizado “Cuarta Transformación”: un proyecto de bonapartismo progresista en alianza con sectores del Gran Capital cobijado por una narrativa pública socialcristiana-desarrollista. 
Sólo tres vectores de irrupción del continuismo parecen posibles: el proceso de transición del 2024, la salud del presidente o la ruptura con Washington. Fuera de esos caveats puede afirmarse, que la estabilidad mexicana está razonablemente blindada para los próximos tres años; lo que constituye una diferencia abismal con el caos y la improvisación que reina en la mayoría de los países latinoamericanos.
2. Afirmación a Contrapelo
La afirmación de que López Obrador está en el zenit del poder de su mandato requiere una fundamentación fáctica, porque contradice la propaganda y los negros augurios de la derecha nacional y global, que más bien apuntaban hacia el nadir (punto más bajo) del presidente. Por razones de espacio mencionaremos sólo algunos de los hechos pertinentes. Y, por la misma razón no debatiremos los catalizadores que obran en contra de la estabilidad actual –ni los endógenos del Palacio Nacional, que son considerables, ni los exógenos– aunque, como en todo análisis científico, son ponderados en las inferencias finales. 
3. Claves del Éxito Lopez-Obradorista
1. La gobernanza de AMLO se basa en un proyecto de centro político. En primer lugar, porque es probablemente el único posicionamiento político realista de un desarrollismo estable en las condiciones objetivas actuales de la nación y globales. Que este programa haya sido interpretado como de “izquierda” o “socialista” es la evidencia forense del triste hecho de que el país carece de analistas científicos de nivel. Al igual que toda América Latina y el Caribe.
2. El mismo demiurgo del proceso es un hombre de centro; realista, políticamente audaz, comunicativamente habilidoso y con una capacidad descomunal para aplicar el software decisivo de toda política exitosa: divide et impera.
3. Los dos vectores decisivos del entorno azteca –el capital financiero internacional y la Pax Americana– están contentos con los primeros tres años de gobierno. El capital financiero, la fracción más poderosa de la clase dominante global, ha registrado con satisfacción que la estabilidad monetaria y fiscal son el alfa y omega (esencia) de la política económica oficial. No hay ninguna propensión de la “Cuarta Transformación” hacia aventuras intervencionistas, keynesianas o las locuras criminales de los criptomonedistas.  Por la misma razón, el gran capital rentista, productivo, comercial e inmobiliario del país disfruta la paz y el orden previsible de la Cuarta, ayudado por la coyuntura del petróleo y las enormes remesas de mexicanos desde el exterior, que junto con un monetarismo conservador prototípico aportan elementos de estabilidad adicionales a las finanzas públicas, que el capital internacional ve con gran jubilo.
4. De la misma manera, las relaciones bilaterales fácticas con el imperio monroeísta han sido buenas, tanto con el gobierno de Trump como los demócratas de Biden. Ambos vectores estratégicos, el capital financiero y la “cohabitación” con la Casa Blanca, son la clave de sobrevivencia inalterable para cualquier gobierno mexicano actual y del futuro, obligado a operar bajo la sombra del TLCAN salinista y del T-MEC trumpísta.
5. Con la reactivación de la CELAC bajo la hegemonía de AMLO, el poder de negociación (bargaining power) del presidente frente al Imperio se ha incrementado, debido a que AMLO aprovechó hábilmente tres circunstancias exógenas.
5.1. América Latina tiene una clase política y presidentes de bonzai, que carentes de planteamientos estratégicos evolutivos o geopolíticos de nivel, se caracteriza por gobernantes exóticos (Castillo, Bukele, Bolsonaro), distópicos (Maduro, Ortega) y fracasados (Fernández/Kirchner, Correa), que mal administran enclaves neocoloniales quebrados (Argentina, Brasil, Perú, Venezuela, Ecuador, Colombia, El Salvador, etc.). Entre esta fauna no hay interlocutor alguno de peso para un Imperio que se toma en serio.
5.2. El imperialismo estadunidense y Biden están muy debilitados por: la huida catastrófica de Afganistán; la derrota de Nordstream 2 ante Rusia/Alemania; su fracaso subversivo en Hong Kong; el ingreso de Irán a la Shanghai Cooperation Organization (SCO); el interminable desastre del Covid-19, acercándose a 700,000 víctimas; el fallido golpe de Estado del 6 de enero; el aviso del Jefe del Estado Mayor Conjunto, General Milley, a sus homólogos chinos, que Washington no lanzaría un ataque militar sin notificación, y la posibilidad real de una derrota en los midterm elections de noviembre 2022 y las presidenciales de 2024. En esta situación, Biden necesita aliados, no adversarios.
5.3. La oferta de AMLO, de multiplicar el poder de Washington con una nueva “Alianza para el Progreso” (Kennedy)  –agregando al poder demográfico del Imperio 650 milliones de personas, amplios recursos y un vasto poder territorial que colinda con la antártida–  mediante una América Latina “pragmáticamente” desarrollista bajo la conducción de México, fue, sin duda, una estratagema política-mediática espectacular, sobre todo, a la luz de la competencia mundial de Uncle Sam con China. Sería ya una verdadera United States of America que ganaría la competencia a la Unión Europea, controlada por Alemania y Francia, y a Rusia. De hecho, generaría un nuevo sistema mundial de sólo tres bloques de poder: China, la UE y la América estadunidense con Gran Bretaña, Australia, Israel y Japón. Ante la actual preparación estadunidense de una guerra de agresión contra China (Aukus Alliance)  –basada en su delusión de aun tener la superioridad naval-aérea necesaria para tal escenario bélico– la propuesta adquiere adicional peso estratégico. 
Sin embargo, el día que los primeros cazabombarderos chinos crucen el cielo de su provincia nacional Taiwán, será el día de la verdad para la Casa Blanca: entrar en una guerra real o retirarse. El día de la verdad para México llegará antes. Llegará, cuando Washington le diga al gobierno azteca que la cooperación G-5 entre Huawei, ZTE y México no es aceptable para el Imperio o, inclusive, que el discurso directo del presidente Xi en la cumbre de la CELAC cruza la línea roja de la geopolítica monroeista.
Lo más probable, sin embargo es, que Washington opte por mantener el modelo monroeista tradicional, con gobiernos títeres corruptos y débiles que garantizan la entrega de materias primas y la sumisión geopolítica, antes de reformar el sistema panamericano con elementos equitativos y desarrollistas bajo la hegemonía de México. Entre otras razones, porque en la situación caótica de su sistema de gobernanza, muy cercano a la transición hacia un régimen protestante-neofascista, no tiene la capacidad estratégica de planeación y logística necesaria para implementar una mega-reforma de la dimensión que plantea el presidente mexicano, antes de 2024.
6. La terminación de los tres megaproyectos de modernización del presidente es, prácticamente, un hecho. Todo indica que posibles obstaculizaciones de jueces corruptos, caballos de Troya de todo tipo, cúpulas neo-“zapatistas” proimperialistas con sus admiradores en La Jornada, no podrán parar las obras ya. Y aunque los costos de oportunidad del nuevo aeropuerto y de Dos Bocas apenas se verán en el futuro, no cabe duda, que el impacto del Tren Maya bien realizado será comparable en su dinámica económica-social a la de la nacionalización del petróleo por Lázaro Cárdenas.  
7. Otro factor de estabilidad para AMLO es la creciente disolución de frentes de oposición. La oposición no tiene líderes políticos presentables, ni narrativa estratégica, ni intelectuales de peso para derrumbar la estructura de poder armada por el presidente. Tiene acceso a los “outlets” mediáticos del capital global reaccionario, algunos aparatos de guerra sicológica aztecas e influencers pagados, pero esto no será suficiente para armar una revolución de color en México. Es más, con la muy exitosa arqueología de la Unidad de Inteligencia Financiera (UIF) en los arcana imperii de los cortesanos pasados, es poco probable que logren armar una opción convincente desde la oposición antes del 2024.
4. El Tren Azteca de la CDMX: Reconstruir el Templo Mayor
Es posible que el presidente ya no tenga capacidad de tiempo y trabajo adicional para capitalizar el momento del zenit que vive. Pero, si tuviera, pudiera quedarse con la segunda joya de la corona de su mandato, que es el Tren Azteca de la Ciudad de México. “Tren Azteca” es, por supuesto, una metáfora que se refiere a las dimensiones simbólicas y económicas del Tren Maya. En la Capital se trata de la reconstrucción del Templo Mayor.
Las ventajas de una reconstrucción adecuada del histórico centro ceremonial-político del imperio azteca agregaría un atractor turístico-económico de nivel mundial a la Ciudad de México. A esa dinamización de la economía de la metrópoli y la revitalización a su centro, se agregaría el invaluable valor de hacer justicia y actuar con ética histórica para las Primeras Naciones (The First Nations).
Realizar tal tarea sólo es posible para un presidente que tiene un poder comparable al de Andrés Manuel López Obrador y la perseverancia (resilience) que ha mostrado en la ejecución de sus grandes proyectos nacionales.
¡En hora buena, Señor Presidente!
 
 

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