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Un nuevo triunfo

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Por IELA em 24 de abril de 2008

Un nuevo triunfo
Eleazar Díaz Rangel
24/04/2008 – Con abundosas razones se repite que los haitianos han pagado muy cara su audacia de haber sido el primer pueblo que conquista su independencia (1804) en América Latina. Más imperdonable, que hayan sido negros quienes
derrotaron a las entrenadas tropas de Bonaparte.
Pero los paraguayos también pagaron cara su osadía. En 1865 era posiblemente
el país más avanzado de la región. Había acabado con el analfabetismo,
desarrollaba su industria, tenía una agricultura y una ganadería que hacía
innecesarias muchas importaciones, aplicaba formas elementales de “justicia
distributiva” a través de las “estancias de la patria” (Chiavenatto,
Genocidio Americano), y mantenía una política independiente dirigida por
Solano López, a quien Caracas le rinde homenaje en una de sus avenidas.
El imperio inglés, que entonces influía en todos los países del Sur, no
podía aceptarla y propició la guerra de la Triple Alianza (1865-1870):
Brasil, Argentina y Uruguay contra Paraguay. De sus 800 mil habitantes,
quedaron 194.000, de los cuales sólo 14 mil eran hombres. Más de un tercio
(140.000 km²) de su territorio se lo repartieron los vencedores. “En la
destrucción de Paraguay se mató el nacimiento de una gran esperanza de
liberación económica de América del Sur. Se consolidó el dominio extranjero
del capital expoliador; se echaron por tierra la audacia y la voluntad
indomable de resistir” (Chiavenatto).
Por un tiempo largo, es verdad, pero ya terminó.
En los años más recientes soportó la feroz dictadura de Stroessner
(1954-89), y después, gobiernos del mismo partido Colorado, que hicieron
famoso a Paraguay por el fraude electoral y encabezar la lista de los países
con más corrupción.
Hasta que llegó un día como el domingo, cuando los excluidos de siempre y
las fuerzas de izquierda y de otras tendencias se unieron para elegir
holgadamente al ex obispo Fernando Lugo como Presidente. Terminaba así un
período de 61 años de gobierno.
No será fácil este período de gobierno, seguramente sin mayoría
parlamentaria.
Las viejas estructuras de poder, los sectores más poderosos de la economía y
la más rancia derecha se opondrán a todo intento de cambio y, desde afuera,
Estados Unidos sumará a su lista de gobiernos indeseables al del ex obispo
Fernando Lugo, de Paraguay.
El analista Atilio A. Boron escribió que “Con Lugo como Presidente toda la
estructura de la sociedad paraguaya se enfrentará a fuertes remezones. Por
empezar, del aparato clientelístico montado desde hace seis décadas y
alimentado permanentemente por la corrupción imperante. La oposición con que
se enfrentará el ex obispo será inclemente e intratable: dueños absolutos de
vidas y haciendas durante décadas y oportunistas e hipócritas adherentes a
la norma del juego democrático no dejarán de emplear cualquier recurso para
desestabilizar el proceso y provocar una situación similar a la que hoy
sufre en Bolivia Evo Morales”.
Aun con ese panorama pesimista, debemos tener presente que esta victoria se
suma a la corriente que desde hace una década comenzó a recorrer a América
Latina, que la transita por caminos distintos, a variados ritmos, y que
desde aquellos países donde ha alcanzado el poder, comenzando por sus
poderoso vecinos, darán su mano de apoyo y expresarán su voluntad solidaria.

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